Título: | HOLY MOTORS | |
Tit. Orig.: |
HOLY MOTORS | |
Nacionalidad: | FRANCIA, 2012 | |
Dirección: | LEOS CARAX | |
Guión: |
LEOS CARAX |
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Fotografía: |
CAROLINE CHAMPETIER |
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Música |
NEIL HANNON |
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Interpretes: |
DENIS LAVANT, EDITH SCOB, EVA MENDES, KILIE MINOGUE, MICHEL PICCOLI, ELISE LHOMEAU , JEANNE DISSON, LEOS CARAX |
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Censura: | NO RECOMENDADA PARA MENORES DE 16 AÑOS | |
Duración: | 115 MINUTOS |
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Por PACO CASADO
Leos Carax es de esos directores que, como el Guadiana, aparece cuando quiere o tiene necesidad de expresarse. Nos interesó cuando le vimos su película 'Los amantes de Pont-Neuf', pero a sus obras les ocurre lo mismo, que aparecen y desaparecen sin que puedan ser muy vistas en circunstancias normales.
Ahora, después de trece años sin hacer cine, nos ofrece este extraño film, de difícil catalogación, que bien podíamos decir que es una sucesión de sketchs, pegados unos a otros, sin un nexo en común, más que el ser todos ellos interpretados por el mismo intérprete, prácticamente en solitario, que no es otro que Denis Lavant, su actor fetiche, que lleva trabajando con Carax desde hace treinta años en todas sus cintas realizadas hasta hoy.
Desde el amanecer hasta el anochecer, la cinta nos presenta unas horas en las existencia del señor Oscar, un hombre que se va disfrazando de distintos personajes. Desde un directivo a un asesino, una mendiga, un monstruo, un padre de familia... y así hasta una decena de representaciones.
Interpreta distintos papeles, metiéndose de lleno en cada uno de ellos, incluso encontrando la muerte a veces, algo que el espectador anhela que sea la excusa para que se acabe su extenso metraje.
Está solo, únicamente le acompaña Céline, una dama alta y rubia al volante de la inmensa limusina, que le transporta por París, donde tiene todo el vestuario y maquillajes necesarios para sus distintas actuaciones.
Se trata de una extraña película que resulta ser una arriesgada apuesta, nada comercial, tal vez pensada únicamente para que se luzca el camaleónico actor, sin argumento, ni justificación alguna de esas representaciones absurdas, sin sentido, sin montaje, sin argumento.
Si lo que quiere es de ser original lo consigue pero por aquello de la limusina nos recuerda al reciente film de David Cronenberg 'Cosmópolis', aunque la semejanza sea únicamente en el uso del mismo vehículo, lo que igual podía haberlo hecho en un teatro, por ejemplo.
Ante semejante cinta no caben más que dos posturas, la de considerarla rompedora, fascinante, innovadora, genial, radical o por el contrario pensar que no pretende más que quedarse con el espectador. Ni siquiera el título tiene sentido o significado.
Posiblemente el jurado de Sitges consideró lo primero para darle el premio a la mejor película del certamen, aunque con anterioridad en el Festival de Cannes recibió pitos y palmas.
Los primeros posiblemente vean en ello una reflexión ante la vida, lo absurdo del hombre moderno, las posturas de éste, la violencia del monstruo que lleva dentro, la soledad, y muchas cosa más, pero todo ello buscándole los cuatro pies al gato.
No hay que dejar de reconocer que lo mejor es el trabajo de Lavant, los demás actores que adornan el reparto son casi simples cameos en la mayoría de ellos.
Extraordinario el movimiento de la cámara, el uso de la música, pero nada de eso nos basta para considerar que esté logrado.