Título: |
UN HOMBRE LLAMADO FLOR DE OTOÑO |
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Tit. Orig.:
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UN HOMBRE LLAMADO FLOR DE OTOÑO |
Nacionalidad: |
ESPAÑA, 1977 |
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Dirección: |
PEDRO OLEA |
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Guión: |
RAFAEL AZCONA, PEDRO OLEA. Basados en la obra teatral de JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ |
Fotografía: |
FERNANDO ARRIBAS |
Música |
CARMELO BERNAOLA |
Interpretes: |
JOSÉ SACRISTÁN, FRANCISCO ALGORA, CARMEN CARBONELL, CARLOS PIÑEIRO, ROBERTO CAMARDIEL, ANTONIO GAMERO, JOSÉ FRANCO, ANTONIO CORENCIA |
Censura: |
AUTORIZADA PARA MAYORES DE 18 AÑOS |
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Duración: |
102 MINUTOS |
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Por PACO CASADO
Pedro Olea volvió a emprender el vuelo, tras el bache que supuso 'La Corea' (1976), que, aunque bien contada, no convenció.
De nuevo Olea se planteó un tema espionoso, esta vez basándose en hechos reales ocurridos allá por los años veinte, que recoge en su novela José María Rodríguez Andrade.
Con la ayuda en el guion de Rafael Azcona, lo cual es una garantía, diseñó el personaje de este Luis de Serracant, perteneciente a una honorable familia barcelonesa, abogado de día y travesti de noche, debido a sus tendencias homosexuales, que le llevaban así a expresar su idea de la libertad, como en el terreno político lo era su afán anarquista, que le condujo a intentar la voladura del tren en que viajaba Primo de Rivera y a su trágico final.
El director nos da esta doble personalidad recreando bien el ambiente de la época y sobre todo el del cabaret Bataclan donde actúa Flor de Otoño, que era su nombre artístico, haciendo progresar la acción a base de canciones, en acciones paralelas con la intriga político-policiaca, a través de un guion de asombrosa sencillez y notable puesta en escena en la que sobresale José Sacristán, en su difícil cometido, y Carmen Carbonel en el papel de la madre. Un film interesante.
Premio al mejor actor en el Festival de San Sebastián y también en los Premios Sant Jordi.
Producida por Carlos Reygada, Carlos Serrano Azcona, Jaime Rosales y Jaime Romandía, hace su ópera prima el guionista y director madrileño Carlos Serrano Azcona, que fue ayudante de dirección de Carlos Reygada en su primer largometraje, Japón.
Antes estudió Filosofía en la Universidad Complutense y dirección en la London Film School, pero poco aprovecharía el tiempo a juzgar por los resultados de su ópera prima.
A la vista de quienes son los productores, del estilo de cine que suelen hacer, de la ayudantía de dirección con el que aprendió, no es de extrañar que el cine que lleva a cabo en su primera película este individuo sea exactamente igual que el de sus próceres, con las mismas características, de aburrido, de sin sentido, de sin argumento y de sin idea de lo que es el lenguaje cinematográfico en su afán de innovar o de epatar, siempre con la cámara a mano y pegada a la nuca del protagonista que deambula por las discotecas y las calles de noche, de día o duerme en un banco, sin la más mínima elipsis de tiempo.
El protagonista se ha divorciado de su mujer pero quiere ver a sus hijas, cosa que tiene prohibido por ley y a pesar de ello se empeña en hacerlo. Ha trabajado fugazmente en la discoteca de un amigo pero es expulsado a las primeras de cambio y se vuelve a quedar en la calle sin nada que hacer. Termina acercándose a ver a su abogado que le vuelve a decir que no haga nada y acaba por querer tirarse de un puente y ahí se corta la historia, si es que a eso se le puede llamar así, que está mejor contada en estas cuatro líneas que en las insoportables imágenes de esto ya que no nos atrevemos a llamarle película.
Esta misma técnica en las cintas de Reygada es aburrida, se ve crecer la hierba, observar íntegro un amanecer o una puesta de sol, pero al menos tiene una belleza que aquí no hay por ningún lado. Y se ponga como se ponga el director y sus patrocinadores esto es anticine, anticomercial y dudamos que encuentre quien lo estrene. Pasó por el Festival de San Sebastián en una de las secciones paralelas, que es donde se ha llegado a exhibir y los pocos que la vieron salieron echando pestes.