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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta comedia supone la vuelta de un veterano realizador, Jean-Paul Rappeneau, que ha regresado al cine tras doce años de ausencia de él, a sus 84 años, con esta sátira de la decadencia, en una película muy francesa, de apellidos ilustres de la burguesía francesa, que tiene mucho de autobiográfica ya que el pueblo en el que se desarrolla la historia y muchos de los personajes que aparecen en la trama, como el hijo prodigo que vuelve, la hija de papá fuera del matrimonio, la amante, el amigo de la infancia, son algunos de los papeles que desempeñan los personajes de esta comedia que tienen su base en la infancia del director y guionista a su vez en colaboración con su hijo Julien, mientras que el otro hijo, Martin, se encarga de la música. Todo queda en la familia.
Es un film coral en donde Jérôme Varenne es un financiero francés que vive y trabaja en Shanghai con Chen-Li, su novia china, que es a su vez socia en sus negocios.
Pero en un viaje a Londres, para unos asuntos que han de resolver, se pasan por París y Jérôme se entera de que su familia va a vender la casa de su infancia, situada en Ambray, un pueblo al norte del país y cuando va allí para ver en que momento está la venta conoce que está implicada en ella la enfermera amante de su padre ya fallecido y Louise, la hija de ésta, a la que no conocía, un amigo de siempre y también los políticos del lugar.
La cinta mezcla varios géneros, como la comedia y el drama, con temas como la especulación inmobiliaria, la política, las infidelidades y el poder del amor con una mezcla de sentimientos y deseos, unidos a la manera de un gran mosaico, al tiempo que da lugar a reflexionar sobre los valores familiares.
Jean Paul Rappeneau no es un director muy prolífico, ya que tiene tan sólo nueve títulos después de tantos años de carrera, entre los que destacan 'Esposa ingenua' (1966), 'Mi hombre es un salvaje' (1975) o su versión de 'Cyrano de Bergerac' (1990), siendo más interesante su lista de guiones que escribió en su día para los directores de la Nueva Ola.
Rappeneau realiza una película divertida, con humor, que atrapa al espectador con su tono ligero para una historia alegre y emotiva con la que una vez más demuestra su oficio a la hora de la puesta en escena, aunque esta sea de lo más clásica, o la dirección del manojo de actores que tiene a su disposición.
Este culebrón familiar resulta algo previsible, con personajes de doble vida, de secretos familiares, de negocios inmobiliarios, de corrupción política y de cotilleos pueblerinos, que no es apasionante pero el buen reparto que tiene de actores aportan credibilidad a sus respectivos cometidos, a pesar de que hay tantos enredos que a veces cuesta seguir la historia, en la que lo que cuenta es el dinero, lo demás importa bastante poco.
En definitiva se trata de un vodevil de intereses que se deja ver muy bien, con ese espíritu que tienen los franceses que hace más agradables las comedias que suelen realizar.
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