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CRITICA
Por: PACO CASADO
Las relaciones matrimoniales son un buen tema para el cine que unas veces las trata en tono de comedia y otras en cambio en plan dramático cuando éstas llegan al extremo y se origina la temida separación o el divorcio finalmente.
El director belga Joachim Lafose, que ganó la Concha de Plata a la mejor dirección en el Festival de cine de San Sebastián por 'Los caballeros blancos' (2015), sobre el tráfico de niños en África, y del que hemos visto anteriores títulos suyos como 'Propiedad privada' (2006) y 'Perder la razón' (2012), hace ahora la disección de un matrimonio, compuesto por Marie y Boris, en el momento en que se acaba el amor y están a punto de separarse, pero mantienen la convivencia en el domicilio conyugal porque no se ponen de acuerdo para repartir los bienes, ya que el marido, que es arquitecto, no tiene trabajo, ni dinero para irse.
Lo hace sin moralizar, simplemente enseñando lo que es el día a día de esta pareja, con dos hijas gemelas de diez años, Jade y Margaux.
Es interesante ver cómo un matrimonio puede perder el amor y el cariño de uno por el otro, hasta el punto de odiarse en algunos momentos y sin embargo mantener la convivencia, cada uno con sus problemas bien llevados siendo los dos carácteres tan totalmente antagónicos.
Se enamoraron, tuvieron las gemelas, e intentaron tener un futuro en común, pero se acabó el amor y los bienes materiales impiden que cada uno tome su camino por separado.
Todo lo que dicen y hacen, los diálogos, la relación con las niñas y cómo viven esa separación, en la que los dos personajes nunca llegan al extremo, ninguno es bueno ni malo, ni se opta por dar la razón a alguno de los dos, ni en ningún momento se esfuerzan en perdonar, es lo que constituye el guion de esta película.
Está realizada con un pequeño equipo, toda ella se desarrolla dentro de la casa de la discordia, con un escenario único, salvo tres planos fijos finales, uno en el hospital otro, en un velador y finalmente el tercero en el despacho de una notaría.
Son escenas sueltas de la relación de este matrimonio y sus hijas, sin una continuidad temporal, en la que en muchos momentos no sabemos en qué hora se encuentran, ni qué día de la semana.
La temática se hace un poco repetitiva, rutinaria, con las constantes discusiones y siempre en derredor de lo mismo, el dinero, aunque hay que reconocer que la puesta en escena es interesante, con una cámara a mano en constante movimiento que tiene la virtud de que no se note, ni maree en ningún momento, que evita la posible teatralidad y la convierte en cine, aunque bien podía representarse en lo alto de un escenario igualmente.
El film no es más que el drama de este matrimonio que trata de separarse tras quince años de convivencia, con el que el director regresa al cine más intimista en el que entran en juego los desacuerdos por quién debe vivir en la casa ya que ella la compró pero él la reformó al ser arquitecto.
Evita mostrar la parte patética de cuando los padres no se aguantan y utilizan a los hijos para enfrentarlos al otro.
La cinta refleja las emociones que se hallan detrás de los conflictos de la pareja cuando son debidos a razones económicas.
En este su séptimo largometraje Lafosse vuelve a incidir en los temas que le preocupan, la familia y sus problemas, que ya había desarrollado en anteriores títulos suyos: la pareja, el divorcio con niños de por medio, en lo que pone su propia experiencia ya que tiene un hermano gemelo, sus padres se divorciaron de forma traumática para ellos y con muchos problemas económicos.
Lo más importante son los protagonistas, que no dan su brazo a torcer a pesar de la opinión de la madre o de los amigos, de los que se hace un retrato realista del naufragio sentimental del matrimonio que no tienen en cuenta sus consecuencias.
El título original L''economie du couple' (La economía de la pareja) es más explícito y hace referencia a los motivos de la separación ya que el dinero es lo que ocasiona la discusión que oculta el desamor y el fracaso de la relación, al tiempo que hace una crítica materialista de la pareja burguesa de una manera realista.
En el aspecto interpretativo están muy bien tanto Bérénice Bejo como Cédric Kahn y fantásticas las dos gemelas que son hermanas en la vida real.
Pasó por los festivales de Cannes y San Sebastián.
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