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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando un director es conocido siempre podemos saber lo que nos puede deparar una película suya, pero cuando es un debutante hay que esperar la sorpresa, grata o no, según los casos y lo que el autor tenga que decirnos.
En el caso de Fernando León de Aranoa ha sido realmente sorprendente por la originalidad de su guion, aunque tengamos que admitir, en principio, el convencionalismo de la situación que plantea en esta historia.
Alguien dijo una vez que el único error que Dios cometió fue el no haber concedido al hombre dos vidas: una para ensayar y otra para actuar.
Pues bien, Santiago está dispuesto a remediarlo.
Y es que en esta historia hay algo que encaja y algo que no.
Encaja que Santiago se levante como cualquier mañana, que su familia al completo le espere en la cocina de casa, que le cante el cumpleaños feliz cuando aparece por la puerta, que le bese, le haga regalos, le gaste bromas y cariños.
Lo que ya no encaja es que a Santiago no le guste el regalo de su hijo pequeño, que no le crea cuando le dice que le quiere y que por eso, sólo por eso, le ponga de patistas en la calle y exija otro hijo mejor, que no lleve gafas y que no esté tan gordo.
Y a ser posible que se le parezca un poquito.
Este padre, que celebra su día de cumpleaños, al que espera toda la familia reunida para entregarle sus regalos, pronto se enfada y comienzan a suceder las sorpresas que no debemos desvelar aquí porque forman parte del guiño que el director hace al espectador que, si no está avisado, se verá pronto metido en el juego que nos propone.
Desde el principio se nota que algo extraño sucede entre los miembros de esta familia que juegan un doble papel, por lo que la actuación de los actores encierra una duplicada dificultad que todos y cada uno de ellos ejecutan a la perfección, salvo en el caso de Juan Luis Galiardo que sólo tiene una actuación, pero en la que demuestra que la madurez alcanzada por este actor le está convirtiendo en un valor firme y seguro cuando está bien dirigido, como es éste el caso.
Fernando León de Aranoa, guionista hasta ahora de Los hombres siempre mienten (1995) y Por fin solos! (1994), ha tenido la suerte de caer en manos de Elías Querejeta, para poder demostrar su saber como director, ya que hace una puesta en escena sin desmayo y desde el punto de vista del guion funciona como un mecanismo de relojería, guardándose en la manga una sorpresa más para el final, tras la inicial que se desvela, a nuestro entender, demasiado pronto, pero que no es óbice para el posterior desarrollo argumental.
Un film que hace una reflexión sobre la soledad y la familia, interesante en todos los aspectos, incluida la música de Sthephane Grappelli y Django Reinhardt, que tiene un doble sentido al ser jazz, que es música de pura improvisación, así han de hacer los actores constantemente, en esta comedia en la que se ponen en solfa los valores de la familia.
Una vez vista creemos que ganó muy merecidamente el premio a la mejor ópera prima y del público en el Festival de cine de Valladolid. Premio del público y Telecipro en el Festival Angers Euroepean. Premio revelación a Fernando León de Aranoa del CEC. Goya mejor director novel. Premio a mejor film y a Juan Luis Galiardo en el Festival Hisppano de Miami. Mejor ópera prima y guion en Peñíscola. Premio Sant Jordi y de Cartelera Turia a mejor ópera primaCuando un director es conocido siempre podemos saber lo que nos puede deparar una película suya, pero cuando es debutante hay que esperar la sorpresa, grata o no, según los casos y lo que el autor tenga que decirnos.
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