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CRITICA
Por: PACO CASADO
Recientemente veíamos el genocidio armenio a manos de los turcos durante la Primera Guerra Mundial en 'La promesa' (2016) y ahora nos llega otra atrocidad, la de los ucranianos ocasionada por los rusos, ésta llevada a cabo de forma más lenta y sibilina en 'Cosecha amarga' (2017), que como ocurría en el anteriormente citado, los rusos siguen negando que fueran los responsables y tampoco lo reconocen, a pesar del paso del tiempo hasta hoy.
Basada en hechos reales y centrada en la Ucrania de 1930, Yuri, un joven artista de una familia de guerreros cosacos, trata de salvar a su amante desde que eran unos niños, Natalka, cuando el Ejército Rojo invade su país.
Está dirigida por el canadiense de origen alemán y ucraniano George Mendeluk, con una gran experiencia en la TV americana y apenas media docena de películas, que firma este drama histórico basado en una de las tragedias más crueles e ignoradas del siglo XX, sobre el Genocidio Ucraniano, lo que se conoció como el Holodomor, ocurrido entre 1931 y 1933 que originó unos siete millones de muertos de hambre debido a las políticas impuestas por el feroz tirano Joseph Stalin que mandó requisar todo el trigo del llamado granero europeo, dejando a los pobres habitantes del campo y de los pueblos, sin poder alimentarse hasta terminar muriendo literalmente de hambre.
El guion cuenta para ello con una historia de amor, honor, rebelión y supervivencia, un melodrama romántico, mientras que deja la tragedia de telón de fondo, iniciada con la caída del zar, la llegada de la revolución bolchevique, la muerte de Lenin y el ascenso de Stalin que adopta una política inmisericorde, que requisa los tesoros de las iglesias y las tierras.
Esa horrible historia está contada con el protagonismo de Yuri y Natalka, que llevan a cabo una relación de amor y esperanza, en la que los dos amantes se ven obligado a separarse, cuando Yuri tiene que marcharse a Kiev para estudiar en la Academia de Bellas Artes, de donde termina siendo expulsado por su pintura vanguardista en contra de la que imponía el gobierno, en la línea del realismo social, y su espíritu revolucionario para terminar en una ruinosa cárcel debido a una muerte habida en una pelea por defender a su patria, Ucrania.
Ninguno de los dos aspectos, el político y el amoroso, acaban de resultar demasiado convincentes, con una descripción de personajes algo tópica, pero el relato se sigue con cierto interés, a pesar de que en algunos momentos se hace un tanto farragoso, sobre todo en las acciones bélicas y el acoso de los rusos a los pobres habitantes de los pueblos y pequeñas aldeas, siendo masacrados sin piedad cuando no se ponían a disposición del gobierno o iban en contra de sus ideas por defender a la familia, sus creencias religiosas, la tierra o la patria y en otros casos oponiéndose a ser desposeídos de sus posesiones ya que a partir de ese momentos todo pertenece al estado y nadie tiene nada que le interese a sus dirigentes.
Tiene un correcto trabajo de sus principales actores, Max Irons y Samantha Bares, como la pareja protagonista y Terence Stamp en un papel más secundario actor que nos resulta más conocido, junto a Barry Pepper.
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