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CRITICA
Por: PACO CASADO
A veces cuando un director acierta en su ópera prima puede ser contraproducente ya que al poner el listón alto, en el segundo intento decepciona, porque se espera siempre mucho más de él.
A Icíar Bollaín le ha pasado esto pero en sentido positivo.
Su debut con 'Hola, estás sola?' (1995) hizo que las expectativas despertadas fueran grandes y con su segundo film, 'Flores de otro mundo' (1999), consigue nada menos que el premio de la Semana de la crítica en el pasado Festival de cine de Cannes.
Bollaín vuelve a repetir el mismo tema de su primera cinta, la soledad, pero en este caso lo multiplica por tres y lo sitúa en un pueblecito de la Castilla profunda, tras una caravana de mujeres, donde se dan cita además de las españolas, una cubana y otra dominicana, con lo que enriquece el tema de la soledad con otros problemas, como el racismo, la soltería, el turismo sexual, la emigración, los malos tratos, etc..
Icíar y su guionista Julio Llamazares se fijan en las tres parejas que se forman y hacen una historia agridulce, de amistad, amor y desamor, de convivencia a veces imposible.
Un hombre apocado, con una madre dominadora, se une a una cubana con dos hijos y un marido no confesado que le saca dinero.
Un cultivador de un vivero conecta con una enfermera bilbaína, que tiene trabajo y un hijo, pero necesita un marido.
Y un constructor machista, conservador y egoísta, se trae a una dominicana, que termina aburrida en casa.
Todas buscan paliar su soledad y encontrar la felicidad, si es posible.
Las historias se entrecruzan y los personajes se relacionan entre sí, mientras van encontrando solución a sus problemas.
El film no tiene argumento, se va formando con lo que sucede en la vida cotidiana de estas personas y fluye solo, con una visión humanitaria de estos conflictos que laten en la sociedad española que a veces los tenemos delante y no los vemos.
La realizadora tiene buena mano para dirigir a los actores, lo que es fácil en profesionales como Elena Irureta, Pepe Sancho o Chete Lera, pero no así en las debutantes Lisette Mejía y Marilín Torres, que salen airosas de sus cometidos como si lo fueran.
Un guion que plantea temas interesantes, en este mapa humano de la convivencia, eludiendo los artificios, al que tan sólo se le puede achacar algún pequeño decaimiento y la dureza con un personaje, que no merma su interés.
En definitiva una cinta llena de matices, realizada con veracidad y honradez.
Premio de plata en el Festival de Bogotá. Ola de oro al conjunto de actrices, al guion y del público en Bordeaux. Premio Mercedes Benz en Cannes. Premio Julio Verne en Nantes.
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