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CRITICA
Por: PACO CASADO
Continúan los personajes de los videojuegos siendo fuente de inspiración de los guionistas americanos. Tras la primera experiencia llevada a cabo con el de Lara Croft, creado en 1996, cuya primera entrega dio 300 millones de dólares en taquilla, los productores se animaron con la segunda, al poder volver a contar con la animosa y eficaz Angelina Jolie para encarnarlo y con el holandés Jan de Bont, especialista en films de acción, en los que se inició como director con su ópera prima 'Speed: Máxima potencia' (1994), tras ejercer de director de fotografía en cerca de sesenta títulos de películas.
Hay varias cosas que no conviene olvidar.
Primero que el cine comenzó como un espectáculo de feria; segundo que con las cintas de aventuras sucede como con los musicales, en los que el argumento es mínimo para meter los bailes y canciones o aquí las trepidantes acciones; y tercero que algún día habrá que estudiar la posible influencia de los videojuegos en esta clase de películas, dado que en ellos apenas si hay un argumento, nada más que acción de personajes sin alma que nunca mueren.
Lara Croft va esta vez tras la mítica Caja de Pandora, oculta por Alejandro Magno en un lugar de África llamado la Cuna de la vida y en la que se encierran todos los males de la Humanidad, antes de que caiga en manos de un ambicioso científico.
Dentro de lo convencional de estos argumentos no sabemos para qué quiere el malvado de turno echar más males al mundo, como si no tuviéramos bastante con los ya existentes para hacerse el dueño, ni por qué pagan los diversos magnates para evitar la amenaza.
El film no es más que una sucesión de increíbles aventuras que van de un lugar exótico a otro de la Tierra dando ocasión a la heroína a utilizar artefactos de última tecnología y correr peripecias y acrobacias múltiples sin cuento.
Sin lugar a dudas, están llevadas a buen ritmo por Jan De Bont, con un estupendo arranque en la secuencia que hace emerger de las aguas del mar Egeo el mítico templo de Alejandro Magno.
El guion tiene poca consistencia, con mucho movimiento y espectáculo visual, pero poco contenido real al que se le podía haber dado más rigor y mejor escritura.
Y la interpretación es la convencional de estos casos.
La diversión y el espectáculo están garantizados.
Premio BMI Film & TV a la mejor interpretación de una canción en una película 'Did my time'.
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