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CRITICA
Por: PACO CASADO
Las producciones americanas sobre submarinos en su momento eran casi un subgénero entre las de acción, ya fueran durante las maniobras de estrategia en un conflicto bélico, caso de 'Tiburones de acero' (1943), de Archie Mayo, con Tyrone Power, Anne Baxter y Dana Andrews, combatiendo en la guerra contra las naves alemanas, por ejemplo, o de aventuras como '20.000 leguas de viaje submarino' (1954), de Richard Fleischer, con Kirk Douglas, James Mason y Paul Lukas, en ese otro aspecto.
En esta ocasión nos ha sorprendido la vuelta a este género con 'Hunter Killer' (2018) en el que tiene como base argumental un supuesto hecho de política ficción.
El capitán del submarino norteamericano USS Arkansas, situado en las heladas aguas del Océano Ártico, Joe Glass, que trata de auxiliar a la tripulación de un submarino averiado, deberá junto a los Navy Seals rescatar a Zakarin, el presidente de Rusia, que ha sido capturado en la base soviética de Kola debido a un Golpe de estado militar dado por su comunista ministro de defensa Dimitri Durov, un almirante rebelde, nostálgico de otro régimen del pasado en su país, en este thriller de acción, al que le sobra metraje, que resulta al menos entretenido.
Glass deberá profundizar en aguas enemigas y llevar a cabo tan peligrosa misión, en la que la claustrofobia, la tensión y los conflictos morales y políticos propios del thriller se trasladan en este caso a este género.
La película plantea cómo los norteamericanos salvan al presidente ruso de un Golpe de estado y de paso evitan una Tercera Guerra Mundial, sumergiendo al público, nunca mejor dicho, en una constante y tensa situación, en una trama no falta de emoción en todo momento, ya que los modernos submarinos están equipados para no ser detectados, pero eso no quiere decir que en cualquier descuido un torpedo pueda encontrar su destino.
Para llevar a cabo ese trabajo se le envía por aire un comando de cuatro hombres para atacar la base militar rusa y apresar al militar rebelde que ha causado el conflicto.
No es nueva esta idea que ya se puso en imágenes en anteriores producciones, en tierra, con ligeras variantes, en este caso con la novedad de ser bajo el agua.
El guion, basado en la novela 'Firing Point', de más de 700 páginas, escrita por George Wallace, un comandante de submarino nuclear retirado, y el periodista Don Keith, ofrece un sencillo argumento, un poco confuso, previsible y poco creíble, que se hace profundamente claustrofóbico, con una gran presión psicológica, con escasas escenas en la superficie, mientras que la mayoría de ellas son en el interior del submarino o mostrándolo bajo el agua, con una fotografía bastante oscura lo que hace más complicado seguir la historia.
En un momento determinado el capitán Joe Glass y el capitán ruso Andropov, se verán obligados a colaborar a pesar de ser enemigos, por el bien de sus respectivos países y evitar así una segura guerra nuclear.
El director sudafricano Donovan Marsh hace con éste su quinto largometraje, primero en el cine americano, y con seguridad el más comprometido de los suyos hasta ahora, por los problemas de manejar submarinos como si fueran actores y por la arriesgada temática que toca, de la que sale discretamente airoso dada la dificultad que encerraba.
A los mandos están en esta historia Gerard Butler y en su contra el actor sueco Michael Nyqvist, en el último trabajo antes de su muerte y en un segundo término el oscarizado Gary Oldman en el papel de un alto mando norteamericano.
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