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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una vez más el cine centró su interés en la obra de Jack London, ese estupendo escritor de novelas de aventuras, muerto a los 40 años.
En esta ocasión ha sido la industria americana la encargada de hacerlo.
Recordemos que en 1973 se había hecho una versión italo hispano francesa dirigida por Lucio Fulci que se basaba en una de las dos novelas que tienen al perro Colmillo blanco como protagonista, la que toma su nombre como título, Colmillo Blanco (1973) y La carrera del oro (1974).
La película nos cuenta la historia de un joven que llega a Alaska para recuperar la mina de oro de su padre, que es ayudado por un explorador y en cuyo camino contará con la estimable colaboración de un perro, mitad lobo, que suma las cualidades de las dos razas, la fiereza de la bestia salvaje y la nobleza y el sentido de la amistad del mejor amigo del hombre.
Según el desarrollo de la historia esgrimirá unas cualidades u otras según los casos.
El film está llevado a cabo siguiendo las líneas maestras de la novela, adaptándose lo mejor posible a la misma, y con un gran sentido de la aventura, puesta en escena por un director que gusta de situar sus cintas en tierras exóticas, como es Randall Kleiser, al que se debe por ejemplo El lago azul (1980), que como ocurría allí, saca buen partido a la belleza de los paisajes.
El peso de la interpretación recae en Ethan Hawke, compartido con el veterano Klaus Maria Brandauer y envueltos en la buena música de Basil Poledouris.
Premio Genesis al mejor film familiar.
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