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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine comercial de nuestra patria nos ofrece esta vez un thriller que es la adaptación cinematográfica de un fenómeno editorial, el best seller superventas 'El silencio de la ciudad blanca', primera parte de una trilogía, de la escritora vitoriana Eva García Sáenz de Urturi, que ha cosechado cerca de un millón de lectores, para cuyo traslado a la gran pantalla se pone tras las cámaras el irregular director catalán criado en el País Vasco, Daniel Calparsoro, para hacer su largometraje número doce, que transporta al espectador a Vitoria en pleno mes de agosto, ciudad a la que hace un homenaje mostrando los rincones más emblemáticos, las fiestas populares, la procesión de su patrona la Virgen Blanca, donde se han reanudado los violentos crímenes que llevan aterrorizando a la población durante dos décadas.
Es una novela policiaca que tiene un punto de partida en el descubrimiento que hacen unos arqueólogos de los cadáveres de dos jóvenes de ambos sexos, de veinte años, que aparecen desnudos en la cripta de la Catedral Vieja de Vitoria.
Los cuerpos encontrados presentan unas extraña picaduras de abeja en la garganta y el inspector Unai López de Ayala, un experto en criminología, al que conocen como Kraken, se pone al frente de la investigación bajo la supervisión de su jefa, la subcomisaria Alba Díaz de Salvatierra, que se ha mudado hace poco a la ciudad con su marido, que es periodista, y ayudado en el caso por la agente Estíbaliz.
El despiadado asesino puede estar más cerca de lo que se piensa, que por cierto se da a conocer al espectador demasiado pronto.
Arranca aquí una carrera contra reloj para atrapar a un criminal en serie que utiliza la ciudad, retratada desde todos los ángulos, como escenario de sus atroces crímenes cuyas víctimas van creciendo en una escala ascendente de cada vez más edad.
La investigación de los sucesivos crímenes se ve alterada por la intromisión de las redes sociales.
El comienzo del caso llevará a una investigación que se verá enturbiada por el ruido de los medios de comunicación y en la que el detective protagonista se enfrentará a un asesino impredecible, realmente violento y sobre todo cruel.
Sin embargo la artesanal puesta en escena de Daniel Calparsoro no es capaz de superar los escollos que brinda un guion bastante complicado, enrevesado, cuyo confuso argumento no termina de aclarar algunos aciertos en la investigación, así como en principio la relación que se establece entre algunos de los personajes de esta historia a pesar de los largos minutos que tiene para hacerlo, mientras que posee escenas potentes como la persecución por los tejados de la catedral que no estaba en la novela.
A Belén Rueda no acabamos de verla en el cometido que hace en esta ocasión, más encajada está Aura Garrido a la que hemos visto recientemente en este mismo papel en El asesino de los caprichos (2019), correcto Javier Rey y como siempre Manolo Solo, esta vez en su escurridizo personaje.
Daniel Calparsoro debutó con Salto al vacío (1995) que despertó buenas sensaciones acudiendo al festival de cine de Berlín y con Pasajes (1996) lo hizo en Cannes, pero se ha mostrado como un director irregular en algunas de sus producciones, habiendo mejorado últimamente, aunque no en esta ocasión.
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