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CRITICA
Por: PACO CASADO
En lo más crudo de la Primera Guerra Mundial, dos jóvenes soldados ingleses, los cabos Schofield y Blake, reciben una misión de alto riesgo, en principio imposible de llevar a cabo, para lo que pondrán a prueba no sólo su valor, sino también su capacidad de sacrificio en cumplimiento del deber.
En una carrera contra reloj, deberán cruzar varios kilómetros del territorio enemigo en el norte de Francia para realizar la difícil tarea de entregar un mensaje al general MacKenzie de detener la ofensiva que evitará un mortífero ataque que ocasionaría la muerte segura de cientos de soldados, entre ellos el hermano de Blake, ya que los alemanes les han tendido una trampa.
No deja de ser curioso que en esta película, aunque cuenta con varios nombres de primera fila del cine británico, sin embargo el protagonismo se lo llevan los dos jóvenes intérpretes George MacKay y Dean-Charles Chapman, que está muy bien en sus respectivos cometidos, mientras que los celebrados actores se quedan con papeles secundarios con breve participación en esos casos que corresponden a Colin Firth como el general Erinmore y Benedict Cumberbatch como el coronel Mackenzie.
Narrada casi en tiempo real y rodada en un aparente y apabullante plano secuencia, posiblemente de los más largos de la historia del cine, en la que el director Sam Mendes vuelve a ponerse detrás de la cámara tras haber dirigido dos aventuras del agente 007 James Bond, Skyfall (2012) y Spectre (2015).
El guion, escrito por el propio Sam Mendes, con la colaboración de Krystt Wilson-Cairns, se basa en las historias que le contaba su abuelo Alfred H. Mendes, que vivió en sus propias carnes, y de otros participantes en la Primera Guerra Mundial, aunque no se trata de su biografía, pero sí está imbuida de su espíritu.
Lo que en principio pudiera pensarse que la larga caminata de los dos cabos por el campo enemigo, con su consiguiente peligro, pudiera parecer un poco aburrida, sin embargo el guion divide el relato en dos partes bien diferenciadas, una primera que llega aproximadamente hacia la mitad de la aventura de los dos en solitario y una segunda en la que aparece un destacamento que ayuda a llegar al destino final con la hora dada.
Por el camino hay momentos tremendos encontrando cadáveres de soldados muertos, ratas, explosiones, otros interesantes como el de la avioneta, ciudades en ruina, y también uno bastante emotivo con el encuentro con la mujer francesa que tiene un bebé de pocos años en su poder, que no es su hija, sino recogida tras la muerte de su madre, a la que generosamente le entrega todos los alimentos que lleva en su mochila para que no mueran de hambre, aunque la pequeña no pueda tomarlos, pero sí la leche que momentos antes ha metido en su cantimplora ante la ausencia de agua.
Sam Mendes no es un director que se prodigue mucho, ya que en un cuarto de siglo de profesión como director, tan solo ha realizado poco más de media docena de largometrajes, siendo éste el octavo de su corta filmografía, pero con títulos muy escogidos, de temática variada y bien realizados, siendo este su segundo film bélico tras Jarhead, el infierno espera (2005) y a fe que lo hace bien, con buen ritmo y sin que en ningún momento decaiga el interés para el espectador.
Hay que citar el meritorio alarde de la fotografía de Roger Deakins para hacer la filmación en un solo plano secuencia, aunque hay un momento en negro que puede haberlo dividido en dos.
En definitiva un verdadero espectáculo visual que mete al espectador de lleno en el conflicto en primera línea de la acción.
Dos Globos de oro: mejor película y dirección. Nominado a nueve Bafta. Premio AFI al mejor film del año. Premio Virtuoso en el Festival de Santa Barbara. Premio Satellite a mejor fotografía.
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