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CRITICA
Por: PACO CASADO
1944: en el frente ruso el Ejército alemán se bate en retirada con la desesperación que imprime el certero presentimiento de la derrota. Uno de sus hombres, el oficial alemán Ernst Graeber, recibe un breve permiso de tres semanas que decide disfrutar en su ciudad natal tras dos años sin ver a su familia.
Allí tendrá ocasión de comprobar de cerca los contrastes de la retaguardia y que no es el mismo país que dejó al marchar.
Encuentra su casa bombardeada y mientras busca a sus padres conoce a la encantadora Elizabeth Kruse, hija de un preso político con la que inicia un romance y juntos intentarán sobrevivir en un mundo lleno de odio y devastación.
Por otro lado, está la verdadera realidad de la guerra lejos del frente: los bombardeos aéreos, el hambre, la desmoralización de la población civil, la feroz represión política...
Cuando días después llegue el momento de la incorporación de nuevo al combate en primera línea, será un hombre diferente al que era al marchar.
La novela de Remarque, que tiene un pequeño papel en el reparto, es llevada al cine por Douglas Sirk. El gran director regresaba a Alemania tras una larga ausencia y se sintió especialmente interesado por la dimensión lírica de la novela.
Son los últimos tiempos de la guerra con una Alemania ya asolada por las bombas y hundida en un clima de derrota y desesperación; con ese dramático telón de fondo, Sirk elabora una trágica historia de considerable lirismo poético.
'Tiempo de amar, tiempo de morir' (1958) es un de las obras más personales de este director, aunque no pudo controlar directamente el montaje, quien eligió como protagonistas a dos jóvenes actores casi desconocidos del gran público a fin de que los espectadores pudieran identificarse plenamente con ellos.
John Gavin, que luego sería nombrado embajador norteamericano en México, tenía una corta experiencia como actor de tv, y la actriz helvética Liselotte Pulver, era completamente desconocida en Estados Unidos, donde sólo volvería a trabajar de forma esporádica. Ello afectó al rendimiento comercial de la película, de una costosa producción, que sería la penúltima de la carrera de su director.
Nos encontramos ante un film importante ya que de todos es conocida la ideología anti-belicista del escritor Eric María Remarque de la que ya hizo gala en su anterior éxito editorial y fílmico Sin novedad en el frente (1930).
Douglas Sirk, nacido en Hamburgo, Alemania, y hecho en los estudios de la UFA, conoció a fondo los problemas y azares del nacimiento, vida y padecimiento del nacional sindicalismo, preconizado por Adolfo Hitler.
Reunidos Sirk y Remarque y contando con los medios financieros de la productora Universal, trasladaron las cámara a Hamburgo y Berlín y nos dieron esta importante cinta que nos plantea la injustificación de la guerra, la absurda realidad del odio entre los hombres, el caos del vencido, la cruenta matanza de los inocentes, las consecuencias de la derrota y lo más importante, la esperanza en el mañana.
La película es ante todo, un canto a la vida en el imperio de la muerte, una historia de amor que lucha por sobrevivir a la destrucción y al odio, un idilio apasionado, impetuoso, sincero que en tres semanas quiere condensar toda una vida, desarrollado en escenas de un impacto dramático impresionante, con pequeños incidentes que dan a la acción un angustioso valor humano, en los que se muestra la crueldad y la inutilidad de la guerra con más efectividad que la más inflamada diatriba.
Es un film aleccionador, sincero, real, crudo y sublime al mismo tiempo con la poesía y la realidad conjuntadas por el perfil humano de sus protagonistas: un hombre, una mujer, un ser que va a nacer y un conjunto de hombres que luchan por no saben qué.
Con este esquema básico el director ha contado en imágenes esta historia con una realización técnica de estupenda factur,a con una notable fotografía de Russell Metty y apropiada música de Miklós Rózsa que dota de intensidad dramática cada momento.
No obstante la cinta tiene una cierta frialdad y a veces le falta valentía en el trato dado al tema, tal vez achacable al autor de la novela que a veces se pierde por derroteros más partidistas que sentidos.
La realización peca de una cierta premiosidad en la parte central y en cuanto a la interpretación John Gavin matiza su personaje con buena técnica, no en vano se formó en el Actor Studio lo que es una garantía, mientras que Liselotte Pulver es una actriz de radio, teatro y televisión suiza que presta el encanto de su feminidad y personalidad artística.
Globo de oro a John Gavin como actor promesa. Nominado al Oscar el sonido.
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