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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta historia se sitúa en París y comienza en el año 1941, en el momento en el que François Mercier, un hombre sencillo que únicamente aspira a formar una familia con Blanche, la mujer que es su esposa, con la que desea tener hijos, pero ello no es posible debido a que él es estéril.
François trabaja en la tienda que posee un prestigioso joyero, el señor Haffmann, que tiene mujer y tres hijos, todos ellos de origen judío, que se marchan cuando llega la ocupación alemana.
Cuando estalla el conflicto bélico, durante ese período, los dos hombres hacen un pacto, en el que éste le vende la tienda a François y se traslada con Blanche a la casa que tiene encima, y cuando vuelva se la comprará de nuevo.
Pero aunque su familia se ha ido, cuando él trata de marcharse las condiciones de vigilancia han cambiado por lo que tiene que regresar a la tienda y refugiarse en el sótano donde permanecerá a lo largo de los meses siguientes, poniendo en peligro su vida y las de François y Blanche, por lo que las consecuencias que ello origina cambiará el destino de todos.
El guion está basado en la obra escénica sobre la naturaleza humana escrita por Jean-Philippe Daguerre, estrenada con gran éxito en el año 2018, bajo su propia dirección, un autor que fue primero actor y después director teatral, que es amigo de Fred Cavayé desde hace mucho tiempo y le dejó adaptarla libremente al cine para este su sexto largometraje.
Anteriormente Cavayé, que había hecho películas tanto del género de la comedia como del policiaco, ahora se introduce en este drama bélico en torno al problema judío, en el que también se tocan otros temas, como la maternidad, la ambición, la envidia, la codicia, la fertilidad, las diferencias sociales, la humillación, el miedo, las relaciones laborales, el sexo, la mentira, las cuestiones matrimoniales, la infidelidad consentida, el chantaje, la avaricia, entre otros.
En cuanto a la dirección consigue una buena ambientación en los reducidos escenarios, aunque estos sean un tanto claustrofóbicos y maneja bien a los actores, ya que el cine francés tiene un buen plantel de ellos, como se demuestra en esta ocasión en ese enfrentamiento que llevan a cabo Daniel Auteuil y Gilles Lellouche, siendo Sara Giraudeau ese importante tercer lado del triángulo en el personaje de Blanche que pone el equilibro entre los dos hombres, resultando decisivo en el cierre de esta historia, en la que la parte alemana está representada por Nikolái Kinski, hijo del famoso actor de igual apellido.
Es interesante ir conociendo cómo se desarrolla la evolución de cada uno de los personajes principales, el cambio de actitud ante el desarrollo del relato, cuya tensión se masca por momentos, hasta llegar a un final interpretable acerca de la justicia de lo que ocurre con ellos, con lección moral incluida.
Nos encontramos ante un trío de personas que transmite una humanidad que traspasa la pantalla en esta historia cercana y emotiva que resulta interesante.
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