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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una semana más tenemos una película francesa en nuestras carteleras, esta vez en coproducción con Alemania e Irlanda, ya que el país vecino del norte parece que es el vivero preferido en estos momentos por los distribuidores donde pescar los productos que pueblan las salas españolas.
Abrumada por su pasado, Joan Verra se retira al campo con su hijo Nathan, donde experimenta recuerdos fragmentados de sus románticos encuentros vividos.
La historia comienza cuando Joan, ya de adulta, va conduciendo canino de ese retiro en su casa de campo y mientras tanto nos va contando su vida, comenzando cuando era joven y estando un día en un anden de la estación conoce a Doug, un ladronzuelo, con el que termina tomando una copa y enamorándose.
Pasados los años ha tenido un bebé, Nathan, pero él la ha abandonado y se ha marchado a Canadá.
Entrega a su hijo a sus padres que viven en Glasgow (Escocia), hasta que Madelaine, su madre, se marcha a Japón con su amante.
Ella se ha convertido en una editora con lo que se gana la vida en París.
Al cabo del tiempo Nathan vuelve a estar con su madre y tras leer algunos diarios de ella, desea conocer más sobre su vida ...
La proyección de esta película se programó en el Festival de cine de Berlín para la entrega del Oso de oro honorífico a toda su trayectoria a la protagonista de esta historia Isabelle Huppert, que finalmente no pudo acudir debido al Covid y aunque no es la mejor interpretación que le conocemos, ella siempre está bien en cualquier papel que se le encargue interpretar.
La verdad es que aquí comparte su personaje con otra actriz al tener algunos momentos de su vida en el pasado, cuando era joven y comienza este relato.
Pero no es sólo ella la que comparte con otra actriz Freya Mavor su personaje en edad joven, es algo que ocurre también con otros, como es el caso de Nathan o de Doug, ya que la narración es un constante ir y venir al pasado, lo que hace que sea un poco confusa en algunos momentos y ciertas ramificaciones argumentales se pierden por el camino con tanto trasiego, de las que dejamos de saber qué ha pasado con algunos de ellos.
Este es el segundo largometraje que lleva a cabo como director Laurent Larivière, que debutó con Je suis un soldat (2015), que no se vio en las pantallas de nuestro país.
El hecho de no estar totalmente conseguido, creemos que es más achacable al guion de François Decodts y Laurent Larivière que está constituido por una serie de momentos sueltos a los que no se le ha dado unidad ni, ni continuidad, ni mucha cohesión, más que a la puesta en escena de este último, que maneja bien a los actores y cumple con los demás quehaceres que de él dependen.
Algunas escenas como la del pulpo o la salida de tono del escritor alemán que firma ejemplares, están fuera de lugar.
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