|
CRITICA
Por: PACO CASADO
Hay veces que la primera película de un nuevo realizador suele resultar un producto interesante.
Con alguna frecuencia los directores debutantes eligen como argumento alguna experiencia personal, porque es algo que conocen bien y de lo que pueden estar más seguros a la hora de la puesta en escena y filma esos hechos.
No deja de ser curiosa la trayectoria de Philippe Lioret, un hombre que debuta en la dirección cinematográfica a la que llega del campo de operador de sonido, puerta por la que entró en el mundo del cine porque quería dirigir y según él, es un puesto de privilegio para aprender.
Arturo Conti llega al aeropuerto de París desde Montreal.
Al pasar el control policial denuncia el robo de toda su documentación.
Hasta que se aclare su situación, no puede abandonar el aeropuerto.
Encerrado en la zona de tránsito conoce a un variado grupo de personas que residen allí, algunas desde hace años.
Atrapado por la lentísima burocracia, Arturo va adaptándose a sus nuevos amigos y a un territorio insólito situación en el mismo corazón de una gran ciudad.
Como ópera prima ésta no iba a ser diferente, ya que lo que Philippe Lioret cuenta en el guion de su película es una experiencia personal acaecida en un aeropuerto cuando perdió el pasaporte y se quedó retenido en tierra de nadie, en la sala de tránsito.
Allí conoció a una serie de personas que viven habitualmente en esa condición, vagando por el aeropuerto y de las que nadie quiere saber nada, ni sus propios países, hasta que no resuelven su situación legal actual.
El film comienza despertando la curiosidad del espectador por esa anormalidad del protagonista que se ve prisionero de una circunstancia ajena a su voluntad, contra la que no puede luchar ni hacer nada para remediarla.
Ha perdido su pasaporte, llega al aeropuerto de París, durante un domingo por la noche, cuando tanto la Embajada como el Ministerio de Asuntos Exteriores y todos los demás centros oficiales están cerrados.
La única solución que encuentra, es la de dormir en la sala de tránsito y esperar a la mañana siguiente, otra cosa no puede hacer para remediar esas situación en esos momentos.
Pero es que además es primero de año, es fiesta y tampoco abren.
Un día más.
Y mientras tanto tendrá ocasión de conocer la fauna de este lugar.
Un niño africano al que su padre llegó tarde para recogerlo porque un día antes fue deportado.
Una mujer caraqueña que ha perdido su nacionalidad.
Un loco francés que escribe sus memorias sobre la guerra argelina y otras batallas.
Un hombre de color de idioma y nacionalidad desconocida y un largo etc.
Todos comen, duermen, viven, en las dependencias del aeropuerto de forma permanente y ya se han habituado.
Entre tanto la mujer del protagonista, que ha ido a recogerle, también vaga por el aeropuerto.
Cinta correctamente realizada, que más que interesar despierta la curiosidad de a donde nos puede llevar a parar esta fábula real, una locura más de este desquiciado mundo, en una situación cuando menos absurda, pero real.
Esperemos nuevos productos de Philippe Lioret para ver si la medida de su capacidad creadora sigue por este camino.
Concha de plata a la mejor dirección y premio OCIC en el Festival de San Sebastián.
MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS
TRÁILER'S
BANDA SONORA
CLIPS
CÓMO SE HIZO
VIDEO ENTREVISTAS
AUDIOS
PREMIERE