Charles Chase, el actor cómico de los tiempos del cine mudo, era un hombre bienhumorado, en contra de lo que suele decirse de quienes se dedican a hacer reír a los demás. Un día, viendo una película de Harold Lloyd, soltó tales carcajadas que empezaron a incomodarse los demás espectadores. Y Chase se levantó y dijo: "Perdonen. Pero digo yo que, trabajando un actor de la gracia de Harold, no habrán venido ustedes a estar serios".