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CRITICA
Por: PACO CASADO
Khaled, un joven inmigrante sirio, oculto de polizón en un barco cargado de carbón procedente de Polonia, huyendo de Alepo de los horrores de la guerra, desembarca en la ciudad finlandesa de Helsinki.
Sin papeles y rápidamente señalado como una amenaza, que llega para quitarles el trabajo, la mujer, la casa y el coche a sus habitantes, su presencia sucia y descuidada no le favorece a la hora de encontrar un lugar para dormir.
Perdido en ese país desconocido para él, pronto pide asilo político con lo que al menos tiene una cama y comida en un hogar para refugiados.
Mientras, un agente comercial llamado Wikström, vendedor de camisas, decide poner fin a su matrimonio, debido a que su esposa se ha dado a la bebida, cambiar de negocio, emprender una nueva aventura profesional y abrir un restaurante que finalmente adquiere a un buen precio gracias a haber ganado dinero en una timba de póker.
Sus caminos se cruzarán y Wikström ofrecerá a Khaled techo, comida y trabajo, lo que podría ayudarle a mejorar su situación.
Pero el sueño del chico es encontrar a su hermana, que es la única familia que le queda tras los bombardeos, que huyó con él de Siria, a la que ha perdido durante el largo camino por Europa.
Es un drama con unas gotas de humor muy peculiares, que no hace sonreír al espectador, o será que no entendemos aquí la forma de comicidad del finlandés, o tal vez sea la frialdad del clima o el carácter de sus habitantes, que nos deja más bien un poso de tristeza e insatisfacción a pesar de que tengan un excelente estado del bienestar.
Transcurre con ritmo lento, como hablan los personajes, en una sociedad muy diferente a la nuestra en la que el gobierno y los ultraderechistas persiguen a los trabajadores y a los refugiados. La idea es tratar de romper los prejuicios sobre los inmigrantes sirios y cambiar la visión que se tiene en el viejo continente sobre ellos como víctimas y al mismo tiempo como amenaza para la población.
Denuncia la falta de moral de la Unión Europea y la actitud frente al problema de los refugiados, las personas más desfavorecidas, critica el racismo de una parte de la sociedad, así como el caos de la burocracia finlandesa y propone una solución: ternura, respeto y solidaridad frente a la gente más humilde y que más lo necesita.
Al mismo tiempo lanza el mensaje de la amistad y la tolerancia como sendero para redimir la condición humana.
Aki Kaurismäki es un director de un carácter difícil pero de obras humanas y emotivas, que nunca fue a una escuela de cine y a la universidad sólo tres meses porque se aburría, que aprendió a hacer cine viendo los films de los grandes maestros, que nos da con su nueva película otra ración de cine sobre relaciones humanas con el desaliento y pesimismo habitual de este notable cineasta, como lo demuestran sus cintas anteriores.
En ésta manipula las emociones de los espectadores para lograr su fin con una historia triste y realista.
Si antes sus protagonistas eran los trabajadores, ahora lo son los refugiados a los que el gobierno no permite que se les ayude.
Kaurismäki realiza con 'El otro lado de la esperanza' (2017) la segunda entrega de la trilogía que se abrió con ' 'El Havre' (2011), sobre la inmigración con su tono y estilo habitual, con momentos en los que hay que entrar para comprender el problema del protagonista que es lo más interesante de esta historia, con dos corrientes convergentes, una dramática y otra menos.
Es una película un poco difícil, rodada con pobreza de medios pero muy concentrada y nihilista.
Como en el más puro cine de este realizador, aquí están presentes los planos fijos, los silencios, los personajes lacónicos, interpretados por actores que apenas mueven un músculo facial a la hora de crear a sus personajes, o no profesionales como el emigrante real, Sherwan Haji, que incorpora el papel de Khaled, la música a base de varias canciones que inundan la trama a la que no le encontramos otro sentido que alargar el metraje y la escenografía muy cuidada, igual que el fondo de denuncia social.
El film no deja de reflejar esa tristeza que siempre tienen sus cintas, que no son para toda clase de público y tampoco creemos que ésta sea la mejor de las suyas a pesar de los premios.
Oso de plata al mejor director en Berlín. Mejor actor Shewan Haji de los críticos de Dublín.
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