Título: |
LOS LOCOS VECINOS DEL 2º |
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Tit. Orig.:
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LOS LOCOS VECINOS DEL 2º |
Nacionalidad: |
ESPAÑA, ITALIA, 1980
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Dirección: |
JUAN BOSCH |
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Guión: |
JUAN BOSCH. Argumento: VINCENZO SALVIANI |
Fotografía: |
ANGELO BEVILACQUA |
Música |
UBALDO CONTINIELLO |
Interpretes: |
SYDNE ROME, MARIA ROSARIO OMAGGIO, SIMÓN ANDREU, CARLOS LARRAÑAGA, CARLO GIUFFRÉ, AGUSTÍN GONZÁLEZ, ROSA VALENTY, JORGE SANZ, MABEL ESCAÑO |
Censura: |
AUTORIZADA PARA MAYORES DE 18 AÑOS |
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Duración: |
96 MINUTOS |
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Por PACO CASADO
El término “vecinos” parece tener mucha aceptación a la hora de titular las comedias españolas o como en este caso las de coproducción, pues en la ocasión presente, al menos, la culpabilidad está compartida entre España e Italia como responsables de esta endeble película.
El film en cuestión, “Los locos vecinos del segundo” nos cuenta las correrías de dos maridos más o menos angustiados por las actividades de sus respectivas esposas, bastante dispares, quizás por aquello de que una es morena y la otra rubia, como en la zarzuela, además de ser una muy conservadora y la otra muy feminista.
Un guion tópico, a base de enredos y malentendidos, de nula originalidad, que está pobremente servido por la realización de Juan Bosch, al fin y al cabo, uno de los peores directores de comedia españolas, ya que en el haber del catalán tenemos títulos como “Mauricio, mon amour”; “Cuarenta años sin sexo”, “He pecado, pero me gusta”, amén de otros que entran en lo peorcito del género del terror, del policiaco o del western, pues el señor Bosch rueda todo lo que le echen.
Aquí, justo es decirlo, se le nota algo de más soltura, con algunas escenas divertidas, como la de Agustín González, y saca provecho del exhibicionismo de su pareja protagonista, Sydne Rome y Maria Rosaria Omaggio, sin duda lo mejor que aporta Italia en su calidad de coproductora. Producida por Carlos Reygada, Carlos Serrano Azcona, Jaime Rosales y Jaime Romandía, hace su ópera prima el guionista y director madrileño Carlos Serrano Azcona, que fue ayudante de dirección de Carlos Reygada en su primer largometraje, Japón.
Antes estudió Filosofía en la Universidad Complutense y dirección en la London Film School, pero poco aprovecharía el tiempo a juzgar por los resultados de su ópera prima.
A la vista de quienes son los productores, del estilo de cine que suelen hacer, de la ayudantía de dirección con el que aprendió, no es de extrañar que el cine que lleva a cabo en su primera película este individuo sea exactamente igual que el de sus próceres, con las mismas características, de aburrido, de sin sentido, de sin argumento y de sin idea de lo que es el lenguaje cinematográfico en su afán de innovar o de epatar, siempre con la cámara a mano y pegada a la nuca del protagonista que deambula por las discotecas y las calles de noche, de día o duerme en un banco, sin la más mínima elipsis de tiempo.
El protagonista se ha divorciado de su mujer pero quiere ver a sus hijas, cosa que tiene prohibido por ley y a pesar de ello se empeña en hacerlo. Ha trabajado fugazmente en la discoteca de un amigo pero es expulsado a las primeras de cambio y se vuelve a quedar en la calle sin nada que hacer. Termina acercándose a ver a su abogado que le vuelve a decir que no haga nada y acaba por querer tirarse de un puente y ahí se corta la historia, si es que a eso se le puede llamar así, que está mejor contada en estas cuatro líneas que en las insoportables imágenes de esto ya que no nos atrevemos a llamarle película.
Esta misma técnica en las cintas de Reygada es aburrida, se ve crecer la hierba, observar íntegro un amanecer o una puesta de sol, pero al menos tiene una belleza que aquí no hay por ningún lado. Y se ponga como se ponga el director y sus patrocinadores esto es anticine, anticomercial y dudamos que encuentre quien lo estrene. Pasó por el Festival de San Sebastián en una de las secciones paralelas, que es donde se ha llegado a exhibir y los pocos que la vieron salieron echando pestes.