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CRITICA
Por: PACO CASADO
En otros tiempos en el cine español había dos frentes de producción, el madrileño y el catalán. El primero hacía una comedia con más o menos gracia, con más o menos calidad, que solían ser comerciales.
El catalán intentaba hacer lo mismo, pero a base de escatimar recursos, de tener presupuestos cortos y tratar de sacar lo máximo de ello, pero la mayoría de las veces no acertaba, tan sólo Ignacio F. Iquino era el más sagaz y el que más fruto sacaba de sus producciones, pero no por ello es que fueran mejor que las de los demás compañeros catalanes.
Hubo también un movimiento que se llamó la Escuela catalana, que pretendía hacer un cine de autor copiando a la Nueva ola francesa que no era para nada comercial. De ella salieron algunos directores que se pasaron a la producción comercial y continuaron haciendo cine tradicional, los demás desaparecieron.
Con esta película estamos ante Dídac Cervera, un cineasta catalán que tras hacer siete cortos y de segundo asistente del dirección en 'Los inocentes' (2013), un film que se estreno en una cantidad infima de salas cinematográficas, hace su ópera prima en el largometraje con lo que pretende ser una surrealista comedia divertida.
Dani ha perdido el reloj de lujo, un Rolex de oro, que su novia Mónica, actriz, le regaló con motivo de su 30 cumpleaños y ella, tras llegar tarde a una cita, harta de otras decepciones, rompe con él.
Aconsejado por su psicólogo y amigo Elías, Dani hará todo lo imposible por recuperar tanto el reloj como a Mónica, pero para ello tendrá que vivir antes una rocambolesca historia de enredos y policías, mafiosos y ladrones.
Dídac Cervera firma esta historia basada en un argumento de Joan Sanz, una comedia de enredos con trasfondo sentimental y detectivesco que muestra hasta dónde es capaz de llegar una persona por amor.
El resultado es una cinta pretenciosa en la que el director quiere ser autor y hacer un cine diferente, en la que los protagonistas se dirigen constantemente al espectador, algo de lo que abusa, sin lograr en ningún momento su complicidad.
Pero Dídac no es lo suficientemente listo ni brillante para ello y se queda a mitad de camino de todo, quiere ser una película de acción y no lo logra, es pedante, no engancha nunca al público y lo que es peor, no lo hace reír en ningún momento.
Joan Sanz, el guionista, se ha tomado demasiado trabajo ideando una historia que sin ser original, aunque lo pretenda, podía haber funcionando sin tantas pretensiones autoriales y haciendo una puesta en escena más normal, llevando la acción con mejor ritmo y no se tan cansino.
Los actores tampoco tienen la suficiente fuerza como para enganchar al público, sobresaliendo únicamente Carmina Barrios y Jordi Vilches en las tres o cuatro escenas que hacen acto de presencia en el argumento de este relato que pretende ser divertido y no tiene ninguna gracia.
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