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CRITICA
Por: PACO CASADO
La película es un recorrido por la vida del pintor vanguardista polaco Wladyslaw Strzeminski, cuya discapacidad, inválido de una pierna y un brazo que perdió durante la Primera Guerra Mundial, no fue impedimento para defender sus teorías y convertirse en el más importante de la época de entreguerras y sobre su proceso creativo, que le llevó a convertirse en una de las figuras artísticas más importantes de Polonia durante la primera mitad del siglo XX, que trabajaba como profesor en la Escuela de Bellas Artes de Lodz.
Él se niega a comprometer su arte a las doctrinas del realismo social comunista cuando en 1948 Stalin invade Polonia. No era un anticomunista simplemente se negaba a que se utilizara el arte como una herramienta de propaganda política, que le dejaran expresar su forma de ver el arte y de hacerlo con su pintura innovadora.
Consideraba que el arte abstracto era el único camino posible para la pintura contra la dictadura intelectual que imponía el partido comunista de Stalin.
Por ello es perseguido, expulsado de la universidad y sus cuadros son destruidos o retirados de los muros de los museos.
Con la ayuda de sus alumnos, que lo consideran el mesías de la pintura moderna, creador de la "Teoría de la Visión" donde expone la noción de la persistencia de las imágenes en la retina, comienza a luchar contra los invasores del partido comunista convirtiéndose en un símbolo contra la tiranía intelectual.
Era un hombre carismático, integro, comprometido con sus creencias artísticas.
Esta es la historia de ese pintor que vivió durante los años del comunismo, que se centra en los cuatro años más duros, de 1949 a 1952, en los que se enfrentó a los dirigentes comunistas polacos de aquella época porque no estaba de acuerdo con los postulados artísticos del realismo comunista, que le llevó a la muerte.
T odo el itinerario de este pintor tiene relación con su mujer Katarzyna Kobro, que era escultora muy importante, que en la película apenas aparece.
Cuando conocemos al personaje ella está muy mal, gravemente enferma y posteriormente asistimos a su entierro.
Los estudiantes, que siempre estuvieron a su lado, lo van abandonando y también el poeta más significativo que había en Polonia, incluso la persona que le da de comer, menos su hija, de 14 años, que es la única que siente un verdadero cariño por su padre.
Es una nueva lectura de Andrzej Wajda sobre esa época, con lo que trata de poner las cosas en su sitio. Tenía el carnet del partido comunista pero lo rompió cuando supo que a su padre lo habían asesinado en Katyn.
Realizada de forma muy clásica refleja el testimonio de un hombre mayor como Wajda sobre lo que era Polonia en el momento en el que el Partido Comunista dominaba el país.
Además de ser la historia de este pintor expone también cómo el comunismo se comportó con la gente de la cultura y trató de ocultar la revolución cultural que había en Polonia.
Es interesante ver los pequeños detalles como el hecho de no poder comprar las pinturas porque le quitaron el dinero y no le quedaba nada, ni siquiera para poder comer, en una escena impresionante en la que la señora que le servía la sopa se la retira porque no le podía pagar, la devuelve a la olla y cuando se marcha lame el plato.
Es también la historia de la disidencia contra el feroz régimen comunista dependiente de Rusia.
Posiblemente a nuestro entender no sea el mejor film del veterano director polaco, el último antes de su reciente muerte el 9 de octubre de 2016, llevado a cabo con un ritmo lento, algo monótono, premioso y un tanto reiterativo, lo que no hace que deje de interesarnos la historia que nos narra de ese artista y el telón de fondo político que lo agobió hasta la muerte por inanición de forma cruel.
Premio especial del jurado en el Festival Polish Film.
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