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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es la ópera prima de Kogonada, nombre artístico de Kôgo Noda, crítico cinematográfico y ensayista, guionista habitual de Yasujiro Ozu, en torno a la historia de una amistad en la que desarrolla todas las teorías aprendidas de su admirado maestro sobre el que está haciendo un detenido estudio de su obra. Nació en Corea del Sur pero está instalado desde hace tiempo en Estados Unidos.
Cuando Jan Long Lee, un famoso erudito de la arquitectura se pone enfermo de repente, su hijo Jin, natural de Corea, acude a su lado y se encuentra varado en Columbus, Indiana, una ciudad del Medio Oeste de Estados Unidos de unos 46.000 habitantes, conocida por sus edificios modernistas, que es una especie de escaparate de ese estilo arquitectónico norteamericano, donde habitualmente vive su padre, divorciado, con quien no se veía desde hacía al menos un año.
Jin, que trabaja como traductor, debe permanecer en Columbus debido a que su padre se encuentra en coma y allí comienza una amistad con Casey, una inteligente chica, aficionada a la arquitectura, que trabaja en la biblioteca del lugar, que está en una situación parecida a la suya, ya que se queda en la ciudad con su madre, a la que cuida, aunque no se lo merece, que es una adicta en recuperación, que está en tratamiento por drogadicción, aficionada a la metadona, en lugar de perseguir sus propios sueños e irse a estudiar a la universidad, algo que todos le recomiendan constantemente, pero se ha acostumbrado a ello y es feliz así, viviendo en la ciudad que ama.
El contraste está en Jin, que se ve anclado allí debido al estado comatoso de su padre internado en el hospital, aunque éste no le cuidó mucho, ni le hizo caso a lo largo de su vida, cuando su deseo es volver a Seúl.
Kogonada utiliza algunos de los bellos edificios de Columbus como telón de fondo de los lugares en donde se desarrolla la acción y así los encuadres de cada plano, de un simetría perfecta, se ven contagiados de la propia arquitectura de la ciudad, motivados por el propio perfeccionismo del director en los largos paseos y charlas de los dos protagonistas mientras comparten cigarrillos y ansiedades acerca del futuro y de sus respectivos progenitores.
Con un ritmo propio de su ambientación a fines del verano, que más bien se asemeja al de las películas orientales de los cineastas preferidos por el director, el debut cinematográfico de Kogonada se despliega como una conversación en varias etapas que se reinventa a sí misma de forma constante.
Cassandra, o Casey como le suelen llamar, se ha creado su pequeño mundo en esa ciudad a la que quiere por su arquitectura y se ha quedado encerrada en ese lugar, sin evolucionar, como lo prueba el antiguo móvil que suele usar en lugar de un moderno smartphone.
El estilo evocador del director está lleno de bellos cuadros en los que incorpora de forma elegante la arquitectura de la ciudad realzada por una estupenda fotografía en unas imágenes de gran belleza.
El film, que tiene cierto aspecto de cine indie americano, abusa demasiado de los diálogos y de la repetición de determinados encuadres de pasillos y callejones, evocando el cine de sus maestros, así como de planos estáticos en muchos momentos, con escasos movimientos de cámara, lo que hace que el fluir de las imágenes origine que la narración se haga rígida, a lo que también contribuye una historia en la que apenas pasa nada relevante ni que le interese mucho al espectador.
La cinta se beneficia del agraciado rostro de Haley Lu Richardson y sus buenas maneras como actriz frente a la sequedad expresiva del coreano John Cho.
Premio especial del jurado en el Festival de cine independiente de Boston. Premio de la crítica en el Jameson CineFest. Premio a la fotografía en el Festival Rahway. Premio Tritón a la película y a la actriz Haley Lu Richardson.
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