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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es la primera vez que vemos en el cine una historia del osito Winnie the Pooh, este personaje creado por Alan Alexander Milne en 1924, cuya primera aventura se publicó en 1926 y desde entonces aquí ha aparecido tanto en la gran pantalla como en la pequeña para hacer las delicias de todos los niños en dibujos animados, como así lo hizo Walt Disney en mitad los años 90 y también con personajes reales como es éste el caso que nos ocupa esta vez.
En esta nueva aventura de acción real, el niño que se embarcó en innumerables aventuras en el Bosque de los Cien Acres con su banda de animales de peluche, ha crecido, se ha convertido en un hombre adulto que ha perdido el rumbo y se enfrenta al estrés en el Londres de mediados del pasado siglo, provocado por el trabajo y sin tiempo que dedicar a su familia.
Ahora le toca a los amigos de la infancia aventurarse en nuestro mundo y ayudar a Christopher Robin a recordar al niño que aún lleva dentro.
Película de animación y personajes reales, que es la historia de ese chico amigo de Winnie de Pooh, que ha crecido, está casado y tiene una hija de pocos años que se llama Madeleine.
Ocurre en los años 50 del pasado siglo, en Londres, donde el protagonista ahora es un ejecutivo de Winslow Luggage, una gran empresa de maletas de viaje, que está a punto de cerrar si no se hace un reajuste importante entre sus empleados, tarea que se le encarga a Christopher Robin que tiene que buscar la solución para evitar que muchos de sus empleados vayan a la calle.
Durante esa búsqueda, en un fin de semana en el que no puede marcharse con su esposa Evelyn y con su hija de nueve años Madeline al campo, tiene que trabajar, y es en esos momentos cuando se reencuentra con el mundo de su infancia, con el osito Winnie the Pooh y sus amigos Piglet, Ígor y Tigger entre otros. Cada uno representa una cualidad del ser humano, que les reprochan que se olvidó de ellos, pero no obstante le ayudarán a encontrar la solución para salvar la empresa, y así tener más tiempo para estar con la familia y saborear el sencillo placer de la amistad.
A partir de ahí el film tiene una primera mitad con Edward McGregor en el bosque, hablando con los muñecos de peluche con unos discursos que son poco creíbles, ni quizás entendibles para los niños más pequeños que tal vez se aburra un poco.
No obstante en la segunda parte el interés del asunto mejora con la aparición de Madeleine que es llevada a cabo con un ritmo más dinámico cuando entra en juego la acción, tras perder Robin los papeles de su trabajo y le ayudan a recuperarlos sus amigos.
En el guion se deslizan mensajes sobre el valor del trabajo, de la imaginación, de la amistad y sobre todo de la familia en este cuento sobre la alegría y las cosas sencillas que a veces son las más importantes de la vida.
Ewan McGregor está muy bien a pesar de encarnar un personaje que no es fácil al tener que hablar constantemente con personajes irreales creados de forma digital.
El director es Marc Foster, cineasta que ya había hecho una cinta que se acercaba bastante al mundo infantil, 'Descubriendo Nunca Jamás' (2004), por lo que no le habrá costado mucho volver a él, obteniendo un resultado bastante discreto.
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