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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando se descubre un tema que funciona en el cine, los productores exprimen el limón hasta agotarlo y así crean una serie de películas que seguirán haciéndose mientras den dinero en las taquillas, pero hay ocasiones que por muchas variantes que se le quiera dar, por más personajes nuevos que entren en la acción para darles un mayor atractivo y hacer que el interés no decaiga, llega un momento en el que el filón se agota y algo de ello parece que esté pasando con este nuevo capítulo que comentamos de Fast & Furious, que ya lleva 18 años funcionando, que ya no es cuestión de inyectarle cada vez más millones a la producción, sino está dando síntomas de agotamiento.
Desde que cruzaron los caminos el imponente agente Luke Hobbs, un eficaz integrante de los servicios de Seguridad del Cuerpo Diplomático norteamericano, y el solitario mercenario Deckard Shaw, ex miembro de un cuerpo de élite del ejército inglés, los insultos, burlas y peleas no han cesado entre ellos.
Pero en el momento en que Brixton Lorr, un terrorista mejorado cibernéticamente por Eteon, con las capacidades de un Terminator, se hace con el control de una peligrosa arma biológica, un virus que puede acabar con la población del planeta, el mundo se enfrenta a una de sus mayores amenazas.
Cuando Shaw tiene conocimiento de que Brixton ha apresado a su hermana, una brillante e intrépida agente secreta del M16, con la que hace mucho tiempo que no se hablaba, Shaw y Hobbs no tendrán otra alternativa que aplazar temporalmente su enemistad dejándola a un lado, y formar una alianza poco probable, pero no imposible, para salvar al mundo y acabar con el hombre capaz de derrotarlos, que amenaza el futuro de la humanidad.
Se descubrió en el capítulo seis de la franquicia que la entrada en el reparto de Jason Statham en una pequeña colaboración funcionaba y el personaje fue creciendo en los siguientes al tener dos grandes actores de acción para hacer frente a sus múltiples enemigos con los que se tropiezan en cada nueva aventura que tienen de vivir juntos.
Esta vez la excusa es mínima, un virus, pero no por ello menos importante y para apoyar más el interés se introduce a Hattie, la hermana de Shaw, lo que aumenta la rivalidad entre ambos ya que el amor se puede meter por medio.
Uno de los atractivos de esta serie, y que aquí vuelve a admirar al espectador, son los momentos peligrosos, las increíbles carreras, las persecuciones, las acciones espectaculares y peligrosas como la del helicóptero y el lucimiento de los especialistas en momentos increíbles que parecen imposibles pero capaces para el cine.
Como suele ser habitual en esta clase de films tiene momentos muy convencionales, pero todo sea en beneficio de la trama y de la mayor diversión para el espectador.
La trama apenas tiene nada que ver con el primer capítulo de esta serie y casi ni con los primeros actores protagonistas, alguno incluso ya desaparecido, pero se sigue haciendo uso del acreditado nombre porque da dinero.
En esta ocasión se abusa de los diálogos en los enfrentamientos (verbales) entre los dos protagonistas.
El trabajo tanto de Dwayne Johnson como de Jason Statham es de sobra conocido con pequeñas aportaciones de Ryan Reynolds, Helen Mirren y la pequeña Eliana Sua que está encantadora en su debut en el papel de Samantha la hija de Hobbs.
La dirección esta vez recae en David Leitch, un veterano stunts, un especialista de escenas arriesgadas, que decidió pasarse a dirigir y tras cuatro títulos de acción como John Wick (Otro día para matar) (2014), Atómica (2017) o Deadpool 2 (2018) debuta en la franquicia en la que ofrece las acciones de ambos de forma alternativa o en simultaneo con la pantalla partida.
Aunque tenga un exceso de metraje, dos horas y cuarto, no se hace notar, teniendo en cuenta que los últimos 14 minutos son de los créditos, aunque tenga incluidas varias escenas que realmente no aportan nada a la trama principal.
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