Por PACO CASADO 

  El dolor de una familia ante la pérdida de un ser querido es algo que se ha llevado al cine con cierta frecuencia cuando de hacer un drama se trata, ya que no hay nada más grande para una madre que la muerte de un hijo.
 Este es el tema que ha elegido la joven realizadora norteamericana Shana Feste para su debut en la dirección de un largometraje llevando a cabo un guión propio que escribió mientras que estaba trabajando en el seno de una familia de la que tomó algunos apuntes de las reacciones de sus miembros ante una perdida semejante.
 Allen, el padre, es profesor de matemáticas y se refugia en los números para disimular su dolor; Grace, la madre, se manifiesta de manera más física y desea conocer cuales fueron los últimos minutos de vida de su hijo antes de morir tras sufrir un accidente y Ryan no acaba de encajar la perdida de su hermano mayor que fue su guía vital.
 Algo sucederá en la familia cuando al poco tiempo se presenta Rose, la chica que le acompañaba en el coche diciendo que está embarazada de él.
 Se trata de una película intimista sobre el primer amor de estos dos adolescentes con final trágico, así como las reacciones y emociones que experimentan cada uno de los miembros de la familia dándose cita todos los elementos del drama: la pena, el dolor, el amor paternal y la comprensión del padre hacia Rose a la que acoge en su hogar, la aflicción y el rechazo de la madre que la cree culpable de la muerte de su hijo.
 Estos puntos de vista distintos y las actitudes que ambos cónyuges experimentan hace que el matrimonio se distancie, para terminar recomponiéndose cuando todos asuman la irreparable pérdida y la llegada del nuevo ser que trae un rayo de esperanza.
 El guión es previsible en lo que se refiere a la historia que cuenta que no reserva muchas sorpresas en la evolución de los personajes.
 Shana Feste debuta con este relato familiar lleno de buenos sentimientos, con una realización bastante normalita, con momentos emotivos en la puesta en escena, con un ritmo correcto.
 La labor de la pareja Susan Sarandon y Pierce Brosnan, aunque no sean sus mejores trabajos pero siempre interesa, y la espléndida interpretación de Carey Mulligan, una joven actriz que ilumina la pantalla con la expresión de alegría que dimana de su bello rostro, animan un poco la sesión.