Por PACO CASADO 

 Esta es la ópera prima de Gabe Ibáñez, director proveniente del campo de los efectos especiales, apartado en el que llevó a cabo los de 'Perdita Durango' (1997) de Alex de la Iglesia, y 'El corazón del guerrero' (1999) de Daniel Monzón, en donde adquirió cierto oficio como para atreverse a realizar este guión escrito por Javier Gullón.
 María es una joven bióloga y madre soltera, que trabaja en un acuario madrileño, que se toma unas vacaciones con su hijo pequeño, Diego, y mientras viajan en el ferry camino de la isla de El Hierro, el niño desaparece.
 Días después es reclamada por la policía porque ha aparecido un chico muerto para que lo reconozca.
  Ante la afirmación negativa de la madre, no obstante debe permanecer en la isla varios días para que se le practique un análisis de ADN a ambos, ya que la policía sospecha que no sea cierta su respuesta.
 Se trata de un thriller de corte dramático que cabalga entre la intriga de la investigación policial, la búsqueda que lleva a cabo la propia madre del chico y el dolor de ésta que trata de recuperar a su hijo, dedicándose a localizarlo por su cuenta.
 El guión es simple ambiguo y poco interesante. En la desaparición durante la travesía en el ferry cabe que el niño cayera al mar o que fuera raptado. Pero es poco claro sobre todo en el último tercio donde nada queda definido entrando en juego en este sentido el aspecto psicológico ya que muchas de las situaciones se generan en la mente de la protagonista.
 La realización se apoya grandemente en el personaje de María que está prácticamente todo el tiempo en pantalla, con una Elena Anaya demacrada, que hace lo que puede por salvar su papel, lo que le valió el premio a la mejor actriz en su pase del film por el Festival de Sitges 2009.
 En cuanto a las situaciones que se producen y el ambiente en que suceden los hechos aporta mucho en este sentido la isla de El Hierro con su negra arena y nublados cielos que dan un aire de tristeza y melancolía bastante grande, convirtiéndose así en un personaje más de la cinta.
 Otra cosa es la puesta en escena que debido a la corta experiencia de Gabe Ibáñez en este terreno es un poco tramposa y fría, a lo que contribuye también la fotografía.