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CRITICA
Por: PACO CASADO
Un joven español, Ramón, y su novia francesa, Céline, viven en la ciudad de París, ella trabaja en un centro de acogida a adolescentes emigrantes que no tienen un hogar pudiendo ser deportados, y él dando clase en un instituto.
Ambos en encontraban disfrutando de la música en la sala de conciertos Bataclan de la capital francesa, durante la noche del 13 de noviembre de 2015 en el momento en el que un grupo de cuatro radicales yihadistas, armados con pistolas y metralletas automáticas protagonizaron un acto terrorista, disparando indiscriminadamente sobre el público asistente y ocasionando noventa muertos y cuarenta más en otros ataques en distintos puntos de la ciudad.
Ellos tuvieron la suerte de poder refugiarse en unos camerinos siendo unos supervivientes, pero a partir de esa noche, intentan combatir el trauma psicológico del atentado terrorista, ya que sobre todo Ramón sufre constantes actos de ansiedad, por lo que ya no volverá a ser el mismo.
Ramón se ha dado de baja en su trabajo y no sabe cuando podrá volver, mientras que Céline sigue actuando en el albergue luchando con los problemas, tratando de olvidar y cuidando de él.
De vez en cuando se reúnen con sus amigos más cercanos Carlos y Lucie, que también estuvieron allí, y con varios parientes de la familia, entre ellos Julia, cuando ya no soportan más ese estado de cosas y se vuelven a España.
El guion escrito por Frank Araújo, Isa Campos e Isaki Lacuesta está basado en el libro, en el fondo autobiográfico, de las vivencias de Ramón González Paz, amor y Death Metal, publicado en 2018, en el que se cuenta esta historia de amor con fondo terrorista del que personalmente fue uno de los que salieron con vida de la horrenda masacre de un buen número de personas.
Nunca se ve el acto terrorista, ni los cuerpos de los fallecidos, únicamente se oyen los disparos y se ve la sensación de horror y de pánico que produce en los allí presentes.
Pocas veces hemos tenido ocasión de contemplar un guion más difuso, con una estructura más compleja, cuya narración pierde claridad, en el que la historia se resiente, inflada, sin una línea argumental, con la única fijación en la pareja protagonista y la excusa del atentado terrorista de fondo que condiciona la conducta de sus vidas, sus encuentros amorosos y sus discusiones como ocurre en todas las relaciones entre hombre y mujer, mientras hay escenas que es discutible su necesidad.
En cuanto a la realización está llevada a cabo con una gran profusión de planos muy cercanos, con un montaje en corto muy rápido y muchos de ellos hechos con cámara a mano lo que provoca que en muchos de esos momentos no se vea nada con claridad y por otra parte el efecto mareante es insoportable.
Por otra parte se va de forma indiscriminada de manera abrupta del pasado al presente en constantes flash backs sin ninguna motivación más que el mal que ha producido en el ánimo de los personajes, de Ramón, fundamentalmente, a lo largo de todo un año, sin una cronología determinada.
El director gironés Isaki Lacuesta es un realizador catalán que está generalmente bien considerado por la crítica, a través de productos anteriores como Los pasos dobles (2011), La próxima piel (2016), Entre dos aguas (2018), pero la verdad es que en esta ocasión nos ha decepcionado bastante y para ello ha necesitado de una duración de 130 minutos, innecesarios a todas luces y hacerse podado el metraje se hubieran evitado muchas reiteraciones y escenas que no conducen a nada, ni hacen avanzar la acción en ningún momento, sino al contrario la vuelven estacionaria decepcionando al espectador.
Premio del Jurado Ecuménico en el Festival de Berlín.
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