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CRITICA
Por: PACO CASADO
Llegado el verano la cartelera se inunda de películas infantiles y muchas veces se corre el peligro de caer en la vulgaridad, en hacer films tocando temas importante de manera superficial, por el simple hecho de que van dirigidos a los niños, o de hacerlo de forma más barata, como si los pequeños espectadores no merecieran también un cine de calidad.
Algo de esto ocurre con 'Magia en el agua' (1995), la historia del psicólogo Jack Black que está siempre tan ocupado que no atiende a sus hijos Joshua y Ashley.
Ante una crisis matrimonial marcha solo a disfrutar de unas maravillosas vacaciones con sus dos retoños a un pequeño pueblo cercano a un tranquilo lago canadiense en la Columbia Británica, en donde se dice que aparece, de vez en cuando, un monstruo llamado Orky.
A partir de ahí los dos hermanos descubren al místico monstruo e intentan salvar al lago canadiense de ser utilizado como un vertedero de residuos tóxicos.
Todo ello no es más que una tapadera para ocultar la contaminación ecológica que se está depositando en el fondo del lago a cargo de una gran empresa.
Pero en la mente de una niña de once años todo es posible.
La pequeña ofrece galletas al monstruo que cuando va a buscarlas se ha merendado el relleno, luego hay algo de verdad en ello.
La cinta no ahonda en la relaciones del padre y la madre, apuntadas al principio, ni nos ofrece los motivos, toca de pasada las de éste con una colega del lugar de vacaciones.
Por otra parte mete por medio una leyenda india y, digamos también, que la pequeña se muestra un poco pesada con el monstruo de las galletas.
El guionista Icel Dobel Massey y el director, Rick Stevenson, parece que ha querido emular la leyenda escocesa del lago Ness.
Hay que alabarle no obstante las buenas intenciones del mensaje ecológico, pero la película no acaba de ser redonda.
Aunque mantiene el misterio en torno al monstruo a lo largo de todo el argumento, lo desaprovecha al final donde se descubre todo el pastel y se convierte en una lucha entre buenos y malos, dejando a un lado la fantasía y el suspense de que se había hecho alarde al comienzo del relato.
Dos premio Genie, a la fotografía y al sonido.
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