Por PACO CASADO 

 David Carreras debutó hace cuatro años con Hipnos, una confusa película de terror, basada en la novela de Javier Azpeitia, de la que tomó lo que creyó más oportuno para hacer el guión en compañía de Juan Manuel Ruiz de Córdoba. El resultado fue penoso.
 Para su segundo largometraje igualmente se basa en una novela, esta vez Flores negras para Michael Roddick, de Daniel Vázquez Sallés, y también cuenta con Ruiz de Córdoba para el guión, aunque en esta ocasión se ha reforzado con dos guionistas más y ha cambiado de tema, pasándose al espionaje, género que suele ser enrevesado.
 A la caída del muro de Berlín muchos agentes secretos y espías dobles se quedaron en el paro y esto es lo que le ocurre al protagonista quien después de realizar su último trabajo recoge a la hija pequeña de una agente asesinada y monta un restaurante en Barcelona. Tras este preámbulo el argumento se retoma en la actualidad.
 El film transcurre en dos tiempos diferentes, el pasado en Berlín, Viena, etc. y el presente en la ciudad condal, aunque al complicarse los hechos y no poder escapar el protagonista a su pasado, ni eludir el destino, tiene que volver a los lugares de origen.
 El guión arranca con un principio atractivo y después complica la trama, pero siempre con seriedad en lo que narra.
 En cuanto a la realización hemos de decir que Carreras ha mejorado bastante en este sentido, con una puesta en imágenes ambiciosa, cuya fotografía adquiere unos tonos fríos, casi grises, que recuerda el blanco y negro de antiguos títulos del género de los que tiene ciertas influencias.
 En la interpretación Tobías Moretti resulta demasiado sobrio, bien Marta Etura y solvente el resto del eficaz reparto, que ayuda a que la cinta se vea con cierto suspense e interés, y aunque no llegue a satisfacer del todo, pero al menos entretiene.
 Tal vez peca de falta de acción algo que le sobra a los thrillers actuales.