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CRITICA
Por: PACO CASADO
La última ganadora del Festival de cine en español de Málaga, en la sección Zonazine y la nominada a la mejor película en lengua no catalana en los premios Gaudí, 'Ojos negros' (2019) de Marta Lallana, sigue los mismos pasos de Verano 1993 (2017), de Carla Simon.
Es una nueva muestra de la generación de directoras surgidas de la Universidad Pompeu Fabras tras el éxito de Las amigas de Ágata (2014) de Laia Alabert, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen o de Yo la busco (2018) de Sara Gutiérrez Galve que narra un verano crucial en la España vacía con despertar sexual y despedida familiar, en la vida de Paula una adolescente que viaja al pueblo de su abuela, a la que apenas conoce, para pasar las vacaciones estivales.
Paula es una chica de 14 años que tiene que pasar el verano en el pueblo de Ojos Negros, en la provincia de Teruel, con su tía Elba y su abuela, de las que apenas sabe nada, y a las que hace bastante tiempo que no ve.
Allí descubre las tensiones que existen en su familia que se destapan a raíz de la enfermedad de su abuela, cuando su madre acude al pueblo al final del verano para ir a recogerla para volver a casa y comenzar de nuevo el curso en el instituto, enfrentándose con su hermana a la que dejó en el pueblo al cuidado de la madre mientras ella se marchaba a la ciudad, algo que le echa en cara con acritud.
Intentando escapar de esa atmósfera asfixiante, Paula conoce a Alicia, una chica de su misma edad, que se queda en el pueblo durante el verano, con la que establece una intensa amistad con la que pasa casi todo el tiempo de su estancia allí.
Juntas se aventurarán en el mundo de los adultos durante el sofocante verano que nunca termina.
Paula comienza a experimentar ciertas complicaciones en las relaciones con su familia y con sus amigos, durante ese tiempo que resulta ser una época trascendental en su vida.
Al final del verano Paula intuirá lo que significa hacerse una persona mayor.
Una emotiva historia de despertar vital en días de sol, sin playa, que transcurre en la España vacía, aquella a la que Julio Iglesias sigue cantando la canción Begin the Beguine.
El guion, sin apenas historia, transcurre con la lentitud propia que suelen ocurrir las cosas en el pueblo, lejos de la gran ciudad, en el que parece que el tiempo se paraliza, sin suceder nada realmente relevante, más que los monótonos habituales quehaceres cotidianos de cada día.
En su argumento se tocan temas como la amistad, los problemas de los jóvenes de hoy día que sufren las desavenencias de los padres, las vivencias en la vida rural que los que habitan en las grandes ciudades no conocen, los escarceos de un posible primer amor o el valor de una incipiente amistad que puede que algún día se consolide.
Es un mediometraje de apenas una hora de duración que es como un ejercicio de escuela de final de curso de unos alumnos aventajados, que aprueban sus enseñanzas bien aprendidas, pero a los que les falta aún madurar.
La música es de Raül Refree, un compositor que ha colaborado con artistas como Rosalía o Amaia, que están tan de moda, que es la segunda vez que interviene en una banda sonora de una cinta para la pantalla grande tras haberlo hecho anteriormente en Entre dos aguas (2018), de Isaki Lacuesta.
Hemos notado que la música está grabada en un tono superior a los escasos diálogos que a veces los tapa.
La película está protagonizada por Julia Lallana, la hermana pequeña de una de las directoras, que hace su debut en el cine, en la que Marta Lallana e Ivet Castelo, contado con la colaboración de Iván Alarcón y Sandra García en el guion, se responsabilizan de la dirección.
Biznaga de plata a la mejor película de la sección Zonazine, del Festival de Málaga. Premio mejor ópera prima en el certamen de Toulouse Cinespaña. Nominada a los premios Feroz y Gaudí.
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