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CRITICA
Por: PACO CASADO
Las comedias que se estrenan en los escenarios de Broadway han dado con cierta frecuencia ocasión para ser llevadas a la pantalla, sobre todo cuando han sido un gran éxito teatralal permanecer durante mucho tiempo en las carteleras.
Pero ese éxito no siempre se ve traducido al ser llavadas al cine convertidas en una películas.
Una de las cosas que ayuda bastante es que la música se haya hecho popular y con una buena partitura de fondo.
En esta ocasión estamos ante una comedia que ha sido extraida de un escenario teatral, en concreto de la obra que escribieron conjuntamente Larry L. Kiny y Peter Masterson, cuyos autores se encargaron también de hacer el guion para el film.
Pero habría que decir aquello de que "cualqier tiempo pasado fue mejor" o lo de que "esta no es mi comedia musical que me la han cambiado".
Esto puede ser debido a dos cosas: una primera a la poca inspiración de la partitura musical de Patrick Williams, si exceptuamos un par de canciones de Dolly Parton y una segunda a que el director Colin Higgins no es un experto en el género.
Una popular casa de prostitución, conocida como 'La granja de los pollos', se ve atacada por un moralista presentador de la televisión, que la hace objetivo de su programa, al mismo tiempo que denuncia al sheriff Dorf de ser protector de la misma implicando también al mismo tiempo al Gobernador del Estado.
Esto da pie a que se sucedan algunas secuencias cómicas y varios números coreoráficos entre los jugadores de un equipo de rugby y las inquilinas del famoso prostíbulo, que se llevan a cabo sin mucho rigor y espectacularidad.
Queda pues como resultado una comedia sacada a flote con más esfuerzo que inteligencia por el director de Juego peligroso (1978), que que hace de esta manera su debut en el género musical.
Fue nominado al Oscar Charles Durning como actor secundario.
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