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CRITICA
Por: PACO CASADO
José Luis Garci parece empeñado últimamente en centrarse en obras de teatro para llevar al cine, unas con mayor acierto que otra, como 'Canción de cuna' (1994), 'La herida luminosa' (1997) o 'El abuelo' (1998).
Ahora hace un homenaje a Miguel Mihura, uno de los grandes humoristas de la generación del 27, al cumplirse este año el centenario de su nacimiento y para ello adapta dos de sus obras teatrales más queridas, Ninette y un señor de Murcia (1964) y Ninette, modas de París (1966) que es su continuación.
Andrés se marcha a París durante dos semanas de vacaciones.
Allí le espera su amigo, Armando, que le busca alojamiento.
En la pensión conoce a Ninette, la sensual hija del matrimonio de republicanos españoles exiliados, que se enamora del joven murciano y ahí se acaba su visión de París.
Lo demás será hacer el amor y charlar con su futuro suegro y darle largas a su amigo Armando, hasta que la fabulosa hembra se sale con la suya.
José Luis Garci recoge perfectamente el espíritu de estas dos obras de Miguel Mihura escritas en los años de represión franquista en la que sin hacer política, porque no se podía, pone en boca de sus protagonistas algunas ideas sobre la libertad y crítica la represión y al régimen franquista.
Resume así en las casi dos horas las dos obras.
Hay momentos en que se notan mucho las tablas, tal vez respetadas pretendidamente, pero en algunos instantes parece como si pidiera salir fuera, se apetece respirar aire puro, dejar el agobio de las cuatro paredes y hasta incluso un poco de más morbo y picante en la relación que púdicamente pone en escena como las películas americanas antiguas, saliendo de cámara y utilizando el cierre en negro. Nada de sexo, aunque sí un poco de erotismo que ofrece su protagonista, una luminosa Elsa Pataky que muestra buenas maneras y espléndidas formas, bien dirigida por José Luis Garci, a quien se le dan bien los actores, así como la naturalidad de Carlos Hipólito, sobre los que recae el peso de la sesión, bien acompañados por Enrique Villén, Fernando Delgado o Beatriz Carvajal.
Perfecta la ambientación y decorados de Gil Parrondo para unas obras de teatro muy bien fotografiadas, a las falta de un poco de atractivo y le sobra algo de nostalgia.
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