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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras inaugurar el 69 Festival de cine de Cannes, fuera de concurso, llega a las pantallas comerciales españolas 'Café Society' la nueva película que cada año nos ofrece Woody Allen, que hace la número 46 de su filmografía.
En esta ocasión bucea en el Hollywood de los años 30 en el que se dan cita grandes productores, las actrices del cine más glamurosas y exitosas de esos momentos, millonarios con lujosas mansiones, junto con gángsteres, políticos, representantes de actores, productores, chicas aspirantes a estrellas y demás ralea del lugar, lo que da ocasión a un amplio reparto.
Allí llega Bobby Dorfman, que se traslada desde Nueva York cansado de aguantar a su familia. Es sobrino de Phil Stern, un poderoso agente y productor de Hollywood, que le da trabajo como chico de los recados y se enamora de una guapa secretaria de su tío, pero ésta ya tiene novio, por lo que se conforma, de momento, con su amistad.
La historia de esta relación de Bobby con Vonnie es el eje del guion de este film en torno al cual giran el resto de los personajes que componen esta sentimental historia con giros ciertamente interesantes que mantienen en todo momento una especie de suspense en torno a la amistad que surge entre ellos, algo que hace con gran inteligencia el octogenario director y guionista como es habitual en él.
Hace un retrato de la banalidad de Hollywood en contrate con su amado Nueva York, Manhattan incluido, dos lugares entre los que se desarrolla una simple y vulgar historia de amor, narrada con la naturalidad de la vida misma por el propio W. Allen (en el original), al tiempo que hace un homenaje al cine de la época.
Estamos seguros de que cualquier cinta de Woody Allen aunque se le quitaran los títulos de crédito sería fácil de adivinar su autoría por la forma de manejar los personajes, de contar las historias a las que siempre le da un sello personal ciertamente inconfundible, en las que no faltan los chistes judíos y las alusiones a la religión entre otras constantes de su temática.
En este caso el relato está perfectamente encuadrado en la década de los años 30 en cuanto a ambientación, vestuario, decorados que nos dan perfectamente tanto el Hollywood como el Nueva York de la época al que vuelve posteriormente el protagonista, tras el final de la Ley Seca y la aparición de la prensa amarilla con los escándalos en los ecos de sociedad, los clubs nocturnos y las orquesta de jazz que ponen banda sonora a toda la trama de la película, perfectamente elegida en los temas que se escuchan de fondo de la misma.
Woody Allen hace un perfecto retrato de aquellos años, pero junto a la trama del protagonista también incluye la problemática de su familia, como no podía ser menos, de origen judío, con sus apuntes religiosos y la delincuencia de uno de los miembros de la misma.
La mano izquierda que Allen tiene para los actores es prodigiosa capaz de hacer creíble a un actor como Steve Carrell convertido en un serio magnate de Hollywood cuando estamos acostumbrados a verlo en papeles cómicos o en obtener un buen trabajo de una actriz joven como Kristen Stewart tan diferente a como estaba en 'Crepúsculo' (2008) que comparte cometido como un actor como Jesse Eisenberg, que repite con Allen, que carga con el peso del protagonista, en una especie de alter-ego del director junto con una serie de secundarios que dan perfectamente sus respectivos personajes para los que la estupenda forma de confeccionar los diálogos hace más fácil sus trabajos.
Un capítulo destacable que hace brillar más la excelencia de esta película es la fotografía de Vittorio Storaro, tres veces galardonado con el Oscar, que trabaja por primera vez con Allen, componiendo algunos planos secuencia y primeros planos realmente interesantes.
De la banda sonora ya hicimos mención con anterioridad en lo bien elegidos los temas de jazz que la adornan.
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