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CRITICA
Por: PACO CASADO
El director uruguayo afincado en México, Rodrigo Plá, se basa en un relato corto de su esposa, la española Laura Santullo, para llevar a cabo su ópera prima tras la cámara.
La historia se sitúa en La zona, un recinto amurallado y protegido con fuertes medidas de vigilancia y seguridad, al que acceden, tras una gran tormenta, tres chicos con la intención de robar en ese barrio residencial con una gran seguridad privada y accidentalmente matan a la dueña de una casa.
Dos de ellos son abatidos por los vigilantes jurados y un tercero, Miguel, queda atrapado dentro, refugiándose en el domicilio de Alejandro, que sabe que sus convecinos, ahítos de venganza, le van a dar caza y lo van a matar, tomándose la justicia por su mano, ya que no confían en la corrupta policía que intenta meter la nariz al denunciar su madre la desaparición de su hijo Miguel.
En La Zona, los vecinos encuentran estabilidad y tranquilidad protegidos por los muros de la indigencia del exterior, viviendo en esta cárcel dorada al margen del mundo, con sus propias leyes.
Aunque sea un relato inventado pero tiene mucho de verdad de lo que es la sociedad mexicana o de cualquier otro punto del mundo, en el que el poder del miedo genera violencia y autodefensa.
Un dramático thriller que no denuncia, que expone, que habla de la violencia, de la deshumanización y el alto coste de la seguridad, al tiempo que hace el retrato de una sociedad que la confunde con la libertad y los convierte en esclavos de sus propios miedos.
El guion se centra en la actitud ante estos hechos, en la manipulación moral de sus conciencias, en las que Maribel Verdú, que interpreta a la madre del protagonista, que es de los pocos personajes que aporta sentido común dentro de La zona, es el Pepito Grillo que les llama a reflexionar sobre lo que están haciendo.
Entre tanto su hijo, Alejandro, trata de salvar al fugitivo para que no lo atrape la jauría humana que se ha desatado, que defiende su feudo con gran furia, disparando antes de preguntar.
El papel principal fue para un joven y desconocido Daniel Tovar, con poca experiencia en la gran pantalla, que fue escogido para hacer de Alejandro, sobre todo a su gran capacidad de mostrar la conmoción.
La guionista Laura Santullo fue nominada al Goya al mejor guion adaptado en 2008.
La puesta en escena tiene momentos de gran fuerza mientras que en otros embarulla un poco este claustrofóbico relato que no trata de imponer moralejas.
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