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CRITICA
Por: PACO CASADO
El Jim Jarmusch de 'Bajo el peso de la ley' (1986) y 'Flores rotas' (2005), se ha vuelto últimamente minimalista y así lo demuestra una vez más con 'Paterson' (2016) en la que busca poesía en los rincones de la urbe de New Jersey que le da nombre a la cinta y al protagonista, que surge de los más pequeños detalles como una simple caja de cerillas.
Cuenta la historia de lo que le ocurre, durante una semana, a Paterson, un conductor de autobús, que tiene una vida tranquila, que no cambia su rutina diaria, desayuna, va al trabajo, observa la ciudad durante su ruta, vuelve a casa, pasea a Marvin, su perro, y se toma una cerveza en el bar.
Está casado con Laura, su soñadora esposa, aficionada a pintar, siempre en blanco y negro, como los vestidos que hace o los pastelillos de cupcakes que adorna del mismo color, que tiene la ilusión de ser estrella de country, siempre vitalista, optimista, con un entusiasmo casi infantil, con un mundo cambiante, que hace de contraste con él.
Juntos viven felices su historia de amor apoyándose mutuamente.
Paterson escribe poesía de verso libre en su libreta secreta, que su mujer le pide que haga fotocopia, pero no se atreve a compartirla con nadie, tan sólo a ella, a veces, le confía alguno de sus versos. La monotonía de su trabajo se repite diariamente, como el día de la marmota.
Paterson es el nombre del conductor y también de la ciudad de New Jersey donde sucede esta historia en la que no pasa nada digno de reseñar, que es como la nostalgia de una América perdida que se resiste a cambiar.
La suya es una felicidad pequeña, pura, que va en busca de los fugaces momentos de belleza que aparecen a lo largo de la rutina diaria.
Jarmusch es un experto en la poesía de lo cotidiano y aquí hace esa fascinación explícita en una película que es como un poema.
Alan Driver en el papel protagonista transmite una cierta felicidad junto a su ingenua esposa interpretada por la actriz iraní Golshifteh Farahani.
El arma secreta del film es una gran carga humana y la ternura que emergen de la pareja protagonista en una narración que avanza de forma monótona, repetida en la puesta en escena, casi siempre con los mismos planos del despertar de los esposos, el desayuno, el camino al trabajo, el paseo con el perro de camino al bar y encontrarse con las mismas personas o escuchar conversaciones de los viajeros durante el trayecto que hace el autobús.
Así es la forma de contar la monótona vida de Paterson que hace el cineasta de Ohio, que se contagia de ella en planificar siempre igual, sobre las pequeñas cosas del día a día, envuelto en un cierto halo poético romántico sobre el amor que va escribiendo el conductor de autobús en torno a lo cotidiano que hace que su alma se alimente de esos versos y salga así de la rutina.
Jim Jarmusch confecciona una oda a la poesía de la vida sencilla mientras caen las hojas del calendario.
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