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CRITICA
Por: PACO CASADO
Sin que apenas lo notemos una nueva generación se va añadiendo a aquellas otras personas que construyeron el cine actual, y que ahora confeccionan otros, bien sea por la retirada de sus mayores o progenitores e incluso estando a su lado para seguir aprendiendo de su saber y mayor experiencia.
Este relevo se da con frecuencia generalmente entre actores o directores, aunque también los primeros, en ocasiones, se pasan a dirigir.
Este es el caso Nils Tavernier, hijo del famoso director francés Bertrand Tavernier y de la guionista Colo Tavernier, que fue antes actor en más de cuarenta títulos y después se trasladó a detrás de la cámara para dirigir haciendo con 'El palacio ideal' (2017) su cuarto largometraje como tal.
Para ello se basa en una historia real que arranca en 1873 con el personaje de Joseph Ferdinand Cheval, un hombre humilde, sencillo, introvertido, un simple cartero de pueblo, casado con Rosalía con la que tiene un hijo.
Pero la esposa fallece, el niño de siete años se queda con los abuelos y él contrae nuevo matrimonio con Philomène, que sería a la postre la mujer de su vida, que a su vez le da una hija, Alice, a la que le promete que le va construir con sus propias manos el palacio más maravilloso del mundo.
Para hacerlo realidad se inspira principalmente en la arquitectura hindú y en las tarjetas postales que recibía o lo que veía en algunas revistas.
Durante sus largas caminatas diarias de bastantes kilómetros por el paraje de la Drôme en el sur de Francia, de un pueblo a otro, va recogiendo piedras que mete en su zurrón de cartería y poco a poco va elevando la estupenda construcción en la que tardó 33 años trabajando en sus horas libres, después de ejercer su función de cartero, labor por la que fue galardonado con la medalla del mérito postal de Francia.
Como decíamos se trata de una historia real sobre la que han confeccionado el guion Laurent Bertoni, Fanny Desmares y el propio director Nils Tavernier que va contando el relato de forma lineal incluidas todas las incidencias luctuosas que se van sucediendo a lo largo de la carrera de este voluntarioso y empecinado mensajero postal.
Este idealista ha visto finalmente su recompensa ya que su obra permanece en pie, es visitada por multitud de turistas y es un orgullo para los habitantes de la región.
Finalmente en noviembre de 1968 el Ministro de Cultura francés André Malraux, lo declaró como monumento histórico.
Nils Tavernier ha realizado de este hecho una película muy humana en la que destaca la fotografía de Vincent Gallot que resalta los paisajes que el cartero recorre de aldea en aldea, personaje incorporado por un circunspecto Jacques Gamblin que apenas mueve un músculo de su rostro para mostrar emoción o sentimiento expresándolo todo con la mirada, lo que describe muy bien el carácter del personaje y a su lado la meritoria labor de la modelo y actriz Laetitia Casta como su esposa mucho más comunicativa en contraste con el actor, que no desmerece en absoluto de su labor interpretativa.
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